No recuerdo bien como di con esta novela del Oeste, pero creo que fue a raíz de varias referencias positivas en distintos artículos online. El título me impresionó, igual que la ilustración de Eva Vázquez en la cubierta. En cuanto leí el primer capítulo en la web de la editorial, caí de rodillas. De no estar agotado en espera de una nueva edición, lo hubiera comprado al momento.
La historia está divida en dos partes. La primera me fascinó. El desarrollo lento de la trama, el delineamiento meticuloso del perfil de los personajes, el sabor nostálgico del buen western, la combinación de estilos narrativos, la acción tensa, el inesperado giro de guión,... todo me gustó. Me recordó a Warlock de Oakley Hall y lo mucho que disfruté el libro.
La primer mitad fue tan perfecta que tuve que parar. Fue en diciembre de 2020. Luego vinieron cuatro meses de sequía y dos biografías amenas sobre tenistas. Aunque de entrada la segunda parte consigue mantener las buenas sensaciones de la primera, no atina a redondear lo que había presentado. Es una verdadera pena. Hay tantos detalles que podrían haber dado buenos frutos.
El final acelera acontecimientos, cae en tópicos y juega innecesariamente al engaño con el lector. Sentí que le faltan como mínimo doscientas páginas que hubiera leído gustosamente. El precipitado cierre empaña pero no desperdicia todos los aciertos previos, que he gozado como un niño. Sin duda, volvería a sumergirme en sus páginas, o en cualquier otra que firme Francisco Serrano.
Episkaia ha realizado un trabajo sensacional con el tomo, cómodo en mano y con buen tamaño de letra. Hacía tiempo que no estaba tan contento con una edición. Tampoco faltan propuestas interesantes en su catálogo. Como curiosidad, En la costa desaparecida está publicado bajo licencia Creative Commons BY-NC-SA 4.0.
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