La pérdida de la inocencia: Belleza y Dulces Tinieblas

Qué dos cuentos más terribles, más hermosos. Belleza, del fallecido Hubert (Piel de hombre), y Dulces Tinieblas, de Fabien Vehlmann (El dios salvaje), conjugan los sentimientos más inocentes con los deseos más oscuros del corazón humano. Ambos han sido ilustrados por Kerascoët, el tándem formado por Marie Pommepuy y Sébastien Cosset, que rebosa talento en cada una de sus páginas.

Belleza trata de Hedionda, una chica humilde y poco agraciada que recibe el don de la hermosura tras liberar a un hada. El regalo que pretendía resolver sus problemas no tarda en convertirse en una pesadilla cuando los hombres enloquecen ante su atractivo sin igual. Hedionda se convierte en víctima de su anhelo por ser aceptada... hasta que aprende a tomar ventaja de la nueva situación.

La división maniquea de buenos y malos del inicio se desvanece, del mismo modo que las decisiones caprichosas que parecerían inocuas al comienzo acaban dirigiendo a los personajes hacia el precipicio. Si no fuera por el tono de cuento de hadas, la lectura de esta tragicomedia estaría lejos de resultar ligera y agradable.

El estilo amable y caricaturesco de línea clara contrasta con el destino sombrío de la historia. Sorprende que una escueta paleta cromática de blanco, negro y dorado sea capaz de transmitir tantas emociones. Es un álbum que invita a retroceder, a regodearse en el preciosismo de sus viñetas, del mismo modo que Dulces Tinieblas te abisma a sus páginas.

La obra coguionizada por Fabien Vehlmann y Marie Pommepuy parte de un planteamiento más oscuro. Unos niños juegan en el bosque. Entre la maleza encuentran una maleta enorme. Pertenece a otra niña como ellos, o casi. Es gigante, mucho más grande que ellos. Está tendida sobre la hierba, no se mueve, no abre los ojos ni respira.

Así empieza este relato de supervivencia, de cómo un grupo de niños se organizan con los enseres de la joven para alimentarse y resguardarse del frío del invierno. Se forman grupos ante la escasez, unos acaparan bayas mientras otros enferman, otros cambian de bando, otros desaparecen. Y, al igual que en Belleza, la ingenuidad es una pieza capital en el relato.

Si bien en el cómic de Hubert sirve para facilitar la lectura, para hacer más digerible la historia, con Vehlmann todo se torna más tétrico y amenazador. Las desdichas se suceden, y los niños siguen abrazando sus fantasías sin advertir el peligro. El contraste entre las caricaturas de los niños y el realismo del entorno y del cuerpo de la muchacha es estremecedor.

Ambas historias abordan la pérdida (o la corrupción) de la inocencia desde dos puntos de vista distintos, pero con acierto y virtuosismo parejos. Brillan tanto en el guion como en el plano artístico. Con ambos repasarás sus páginas, acariciando el lomo de sus preciosas ediciones a cargo de Norma Editorial y Astiberri. Son dos maravillas que no te puedes dejar pasar.

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