La Cúpula editó el primero y se olvidó del resto. Ya van tres libros. Me compré el segundo en inglés y, aunque no me dejó tan planchado como la continuación de Lucille, me decepcionó igual.
Lo que me gustaba del principio de esta historia es que Millenium Boy, el prota macrocéfalo, es un chaval que sale de su habitación para buscar su guitarra. La gracia es que el chaval va caminando por su barrio y se le va juntando gente y, poco a poco, empieza una aventura al estilo de los videojuegos de rol. Paulatinamente, el espacio va cambiando, y de la ciudad pasan al bosque, de la ropa de calle a las armaduras.
La historia avanza siguiendo la estructura de los juegos de rol pero la peña habla como una pandilla suburbial procannabis, como un atajo de adictos a los petas y a la Play. Es todo un juego, divertido y a la vez serio. Eso hace que sea muy absurdo aunque, dentro de la estructura del juego, tenga sentido.
En este segundo, todo es fantasía "rolera". No hay una vuelta ni conexión con el mundo arrabalero ni con los borrachos de las cunetas. No hay nada más allá de la jerga de colgados que emplean. Es como cuando Buenafuente dejó de hacer humor mezclando catalán y castellano para hacerlo sólo en una lengua: es menos divertido porque no hay ese cruce de realidades.
El dibujo, sin embargo, es bueno. El entintado me recuerda a Charles Burns aunque el estilo de dibujo me resulta más gracioso. He leído un par de entrevistas al autor (que resulta ser sudafricano) y me da un poco de mal rollo algunos comentarios "chamánicos" que tiene y que puedo relacionar con el final del segundo libro.
Creo que me compraré el tercero, pero no sé qué haré si resulta que en realidad se echa la misma colonia que Alejandro Jodorowsky.
No hay comentarios
Publicar un comentario