La crisis relegó a los ciudadanos a sus casas y éstos recluyeron su ocio en aficiones asequibles y silenciosas. Todo el mundo empezó a escribir. Papel y lápiz, bolígrafo y cartón, teclado quien tuviera, nadie ni nada podía detenerlos. El país fue ocupado por una nueva generación de escritores deseosos de tragarse el mundo. Inundaron las estanterías físicas y digitales en una oleada sin precedentes que dejó a editores y libreros incapaces de reaccionar ante una oferta tan desmesurada. Nunca jamás volvieron a publicarse en España tantas y tantas novelas sobre la guerra civil.
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