Al principio, creía que me iba a gustar, no tanto por ese vals cósmico del principio como por la situación incómoda de la boda. Pero, luego, todo ese rollazo... Lars von Trier quería representar la depresión a través de una metáfora del fin del mundo, pero no le interesaba los detalles físicos de cómo sería. O sea, que se imaginó el fin del mundo cuando quería hacer esta película sobre la depresión y metió dentro la historia de dos mujeres que le inspiró o sugirió Penélope Cruz.
Para mí, el resultado es un pastiche que se desinfla. Es un ejercicio estético para nada porque la película no me transmitió ni me movió a ningún tipo reflexión. La metáfora apocalíptica para representar la enfermedad está más que manida. Tampoco vi la depresión en la interpretación de Kirsten Dunst. Me pareció más drogada que hundida. Venía de la experiencia de Tu i jo i tots el animals del bosc donde también se trata una enfermedad mental desde un plano más artístico-poético que necesario o creíble.
Me pareció un despropósito que desmerece mucho a pelis suyas anteriores como Los idiotas o Dogville.
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