Los leones de Bagdad (traducción del título original, Pride of Baghdad) es un cómic escrito por el archipremiado Brian K. Vaughan y el dibujante canadiense Niko Henrichon. El tebeo salió en EE.UU. en 2006 y, un año después, fue traducido por Planeta deAgostini. La editorial ECC lo ha reeditado este año con contenido adicional (bocetos, textos de los autores, etcétera).
Vaughan reconstruye en la ficción el recorrido de cuatro leones que se fugaron del zoo de Bagdad durante los bombardeos de la ciudad en la primavera de 2003. Los animales fueron, finalmente, abatidos por soldados del ejército estadounidense. El relato busca reflejar a través de los felinos las diversas opiniones y actitudes de los iraquíes frente a la guerra.
Aunque la idea pueda estar bien, la ejecución es decepcionante. El dibujo de los animales por parte de Henrichon es correcto pero no brilla por ningún lado. Aunque las proporciones anatómicas parecen correctas, hay fallos molestos notables en los leones. El cachorro es que sale peor parado. También aparece un oso con terribles síntomas de hidrocefalia.
En las páginas finales parece que el plazo de entrega expiraba y el estilo se vuelve más demañado. Henrichon usa la técnica del lápiz quemado, que consiste en prescindir del entintado. Este detalle no me molestaría si no fuera por el color infográfico, que es plano y demasiado brillante. Un coloreado tan artificial y limpio choca con un trazo de aspecto descuidado.
El guión se queda corto a la hora de mostrar la caleidoscópica realidad del país y del conflicto. Aunque muestra algunos puntos de vista, acaba siendo reduccionista, encerrado en la visión estadounidense de la guerra de Irak. Es una fábula con cuatro protagonistas buenos y un villano malvado que copia el estilo maniqueo de los peores cómics de superhéroes.
Los puntos de vista se explican en los diálogos. El discurso no corre totalmente en paralelo con la acción pero sí que da la impresión de que cada uno va por su lado. Los leones pelean o persiguen a otros animales mientras rubrican comentarios magnánimos y grandilocuentes que descolocan. No evita tampoco el lastre de una su predecible épica batalla final.
Los leones de Bagdad podría servir para que un niño estadounidense aprendiese sobre la guerra de Irak y empezase a reflexionar acerce de ella pero a un adolescente o a un adulto debe exigírsele más. Las 32 páginas finales de material extra son una especie de making of que tampoco parece aportar nada al contenido o al debate.
Sirven, sin embargo, para ver que la idea original de Vaughan parecía tener más enjundia, aunque sus comparaciones con Rebelión en la granja y Maus sean de risa. Su aviso en la presentación del proyecto de que no criticaría a las tropas estadounidenses es también sintómatico. Los alucinantes bocetos de Henrichon predecían, igualmente, un trabajo muy lejos del resultado.
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