Esta película es para aquellos que hayan seguido la serie en cómic o en televisión. Naruto es un manga sobre adolescentes para adolescentes que actualizó la figura del ninja, que tuvo (tiene) mucho éxito y que acabó por liarse de mala manera. Desde 1999, fue publicado la revista japonesa Shueisha y, actualmente, parece estar dando sus últimos coletazos.
El último arco argumental sobre la gran guerra ninja se convirtió en una historia inacabable, excesivamente irregular y plagada de numerosos deus ex machina. Al autor, sin duda, se le fue de las manos. Con un epílogo que mostraba la vida de los personajes años después de la guerra, puso el punto final a quince años de trabajo.
Cuando anunciaron The Last semanas antes de la conclusión de la serie, me dije: "¿Qué más quieren ordeñar? ¿Ha acabado o me están tomando el pelo?". El largometraje forma parte del proyecto del creador, Masashi Kishimoto, para dar carpetazo al universo de Naruto. Tras ver la película, es justo decir que tiene razón de ser.
Ocupa uno de los huecos argumentales que quedan entre el final de la guerra y el epílogo. Naruto, el protagonista, está enamorado de la misma chica durante toda la serie pero, tras el salto temporal, aparece casado con otra. Es cierto que este giro se veía venir pero no evita que esta última parezca poco más que un segundo plato.
The Last profundiza en la historia de amor entre Naruto y Hinata desde su génesis a través de una misión en la que volverán a reunirse para salvar el mundo. El guión, si aceptamos el universo del anime, está bien; si, en cambio, no lo hacemos, es un disparate como la copa de un pino, otro absurdez donde Kishimoto tira de antepasado olvidado para dar pie a la aventura.
Me gustó mucho el comienzo, el ritmo con el que progresa, la animación y el diseño de personajes. El malo resulta interesante y las batallas mostradas devuelven la esencia de los primeros combates en la serie: cuerpo a cuerpo, uso de kunais, poderes comedidos, importancia del equipo, misma relevancia para todos sus miembros,...
Pinta bien hasta pasada la mitad donde se produce una inflexión. Un ataque enemigo que parecía inminente se congela para poner bajo el foco el egocéntrico lloriqueo de un adolescente despechado que se lame las heridas mientras a su alrededor se desata una guerra que amenaza con destruir el planeta. Casi nada.
El autor demuestra que no es capaz de explicarlo a medida que transcurren los acontecimientos y se ve obligado a pulsar la pausa. Lo mejor es que, recompuesto el chaval, emprenderá el contraataque en modo hipérbole: rayos mastodónitocos y macroluminosos nos cegarán, los gritos se tornarán desgarradores y el universo se partirá en dos.
Kishimoto demuestra nuevamente que es un sentimental (además de un niño traumatizado) y borda la historia de amor entre Naruto y Hinata con delicadeza y falocentrismo japoneses. El spin-off (Naruto Gaiden) que justo acaba de comenzar en cómic buscará hacer lo mismo con la relación de la otra pareja relevante de la serie, Sakura y Sasuke.
Sin embargo, pese a saber tocar la fibra y tratar temas que atañen a las inquietudes de los adolescentes mejor que el resto de mangakas de éxito, no quita que sea un ñapas, un chapuzas. Hiro Mashima, otro popular historietista, es aún peor que él pero al ser sus argumentos menos graves y más eroticofestivos, los fallos resultan menos reseñables.
Kishimoto carga el relato de intensas emociones pero, luego, no sabe desarrollar las situaciones que las enmarcan. Tiene la idea inicial junto al espectacular final pero el camino que va de un punto a otro lo traza torpemente mientras dibuja viñetas. Sin duda, le falta mayor coherencia y equilibrio para poder obtener un resultado, si no redondo, al menos bueno.
No hay comentarios
Publicar un comentario