Vil y miserable no es lo suficiente vil y miserable para merecer ser leído. Tal vez en los 90 podía tener sentido e impacto un tebeo así pero ahora Twitter, los noticieros y la realidad sociopolítica del mundo nos han vuelto demasiado cínicos para que podamos ver más allá de un montón de chistes malos intentando épater le bourgeois con la misma efectvidad de un niño haciendo bromas de caca-culo-pedo-pis en una época donde con once años ya saben lo que es la urolagnia y el prolapso anal.
Ni por el dibujo, ni por el absurdo, ni por el mal gusto tan exacerbado como domesticado y masticado destacará ni será recordado este libro.
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