La venganza de Jane de Gavin O'Connor


El título La venganza de Jane puede llevar a confusión porque la película no tiene nada que ver con Calamity Jane ni se va a desarrollar una historia al estilo de Rápida y mortal. Originalmente bautizada como Jane Got a Gun no tiene nada que ver con Johnny Got His Gun (Johnny cogió su fusil) y tampoco mucho con la canción Janie's Got a Gun de Aerosmith.

Este western producido y protagonizado por Natalie Portman ha sufrido tantos contratiempos que muchos críticos han afirmado que su making of puede ser más provechoso de ver, llegando a compararlo con Perdidos en La Mancha (Lost in La Mancha), el fracasado rodaje de las andanzas de Don Quijote por parte de Terry Gilliam.

Visto lo visto, sí que da la sensación de que falta metraje o, al menos, explicaciones. Puede ser cosa de falta de presupuesto como de mal guión. La película iba a ser dirigida por Lynne Ramsay (Tenemos que hablar de Kevin), quien abandonó repentinamente el proyecto tras sus desavenencias con Scott Steindorff, uno de los productores.

En el reparto, iban a estar Michael Fassbender como el bueno y Joe Edgerton como el villano. Pero el actor germanoirlandés abandonó el proyecto y Edgerton cambió de bando, se hizo bueno y Jude Law firmó como el antagonista. Entonces, Ramsay se marchó y Law detrás de ella; y hasta el sustituto de éste, Bradley Cooper, se borró de la lista por problemas de agenda con American Hustle.

Finalmente, Gavin O'Connor (Warrior) fue quien se colocaría tras la cámara e Ewan McGregor quien se pondría el bigote falso para hacer de malo. Muchos cambios, muchos retrasos y mucho dinero desagüe abajo. Quiero pensar que la película hubiera podido ser mucho mejor de no haberse torcido tanto las cosas. Así, la historia de Jane Hammond (Portman) hubiera tenido más sentido.

Todo empieza cuando el marido de Jane (Noah Emmerich) vuelve a casa sobre su caballo herido de bala. Le ha asaltado la banda de John Bishop (McGregor) y ha conseguido huir tras matar a cuatro de sus secuaces. La mujer le extrae el plomo y le hace unas primeras curas antes de marchar en busca de la ayuda de Dan Frost (Edgerton), con quien le une un pasado desconocido.

Intercalando el presente con el pasado, la historia irá desvelando sus secretos, qué sucedió hace siete años, cómo se encontró Jane con su marido y de qué conoce a Frost. Es una historia que hubiera estado realmente bien de no ser porque los hilos no están bien tejidos. Hay incoherencias cuya explicación se pierde en agujeros de guión que parecen cráteres marcianos.

Sin embargo, como la trama se va desvelando poco a poco y hasta casi al final no se dilucidan las razones (más bien, sinrazones), la película está fantástica hasta entonces. La tensión y el ritmo son buenos, y el equilibrio entre la acción y las escenas emotivas es excelente. Los duelos se resuelven de manera inteligente e impactante, esquivando los tiroteos excesivos e inverosímiles.

Desgraciadamente, toda la rabia que han ido conteniendo los personajes explota con espectacularidad poco antes del enfrentamiento final, que queda empantanado en un anticlímax apresurado, con algún que otro deus ex machina, que no le hace ningún bien. Es como si el castillo hinchable de un cumpleaños se pinchara a pocos minutos de acabar la fiesta.

Las actuaciones de Portman y Edgerton son buenas, aunque hubiera preferido una heroína de rostro más endurecido y consumido por la intemperie del secarral californiano. Edgerton está tremendo lidiando con sus emociones. Ewan McGregor, en cambio, no brilla, especialmente en el final, donde todo el mundo espera que el villano se luzca más.

El personaje de Jane es verosímil pero choca demasiado con las expectativas del espectador. El título es demasiado equívoco y evoca otras referencias culturales por capricho. No era tan difícil buscarle otro nombre a la protagonista para que no se confundiera con el de Calamity, ni haberle buscado otro predicado distinto al de "got a gun".

Jane no es ninguna pistolera ni lo acabará siendo. Sus habilidades son las de alguien que en raras ocasiones ha empuñado un arma que no fuera de caza. Palabras como "venganza" le pegan a Uma Thurman en Kill Bill y no al rol de Portman, mecho menos activo y nada sanguinario. La venganza de Jane podría haber sido un peliculón de haber podido mejorar su producción o su guión.

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