QRN en Bretzelburg de Franquin


QRN en Bretzelburg (1963) es el decimoctavo álbum de la serie Spirou y Fantasio. Para celebrar el cuadragésimo aniversario de esta aclamada aventura, la editorial francesa Niffle publicó en 2015 una edición coleccionista que ha visto la luz en España gracias a Dibbuks, encargada actual de la traducción de las historietas del personaje.

Con 65 páginas, se trata de la obra más extensa de Franquin y la que más tardó en gestarse. Este tomo recupera el formato original apaisado en el que fue publicado en la revista Spirou, prescindiendo del coloreado pero rescatando las viñetas que se eliminaron en el álbum final, añadiendo explicaciones y comentarios del crítico y periodista especializado Hugues Dayez.

En principio, QRN en Bretzelburg iba a ser una aventura contra Zorglub, el archienemigo de la pareja de héroes, pero al editor Charles Dupuis no le gustó la idea de sacar otra aventura del científico loco, pues las dos anteriores se centraban en él. Esto pilló al historietista a contrapié, quien necesitó la ayuda del guionista Greg (Michel Louis Albert Regnier) para reconducir el guión.

Este trabajo se enmarca en una etapa en la que Franquin estaba cansado de dibujar al botones de rojo y sufría episodios de depresión. Por si fuera poco, a las complicaciones con el editor se sumó una hepatitis vírica que interrumpió la serialización de la aventura, publicada semanalmente en la revista Spirou, que quedó detenida del 28 de diciembre de 1961 al 11 de abril de 1963.

Por suerte, gracias a Greg, la trama había tomado un nuevo rumbo, concretamente, hacia Bretzelburg. En este país imaginario, la población vive acuciada por el hambre y la escasez por culpa de un monarca que destina toda la riqueza nacional a preparar la guerra contra el país vecino. Este desarrollo agradó mucho a Franquin dado su conocido antibelicismo.

Para representar fielmente esta nación de clara inspiración germánica, el dibujante, muy perfeccionista, se documentó al detalle. La calidad del apartado gráfico es tan alta que está considerado el mejor de la etapa de Franquin. Así, a pesar de los contratiempos, esta historieta se ha convertido por mériros propios en una de las más valoradas tanto por seguidores como por críticos.

A diferencia de Astérix o Tintín, Spirou no ha gozado de tanto éxito en España. Sin embargo, le debemos muchísimo a sus aventuras y a Franquin. Sin ellas, seguramente no habríamos tenido muchos tebeos de Mortadelo, ni personajes como el botones Sacarino (que es un calco del Gaston Lagaffe de Franquin con el uniforme de botones de Spirou).

Gaston Lagaffe y el botones Sacarino

Una de las historietas donde más destaca Ibáñez por su dibujo es El sulfato atómico (1969). En ella redibuja viñetas de QRN en Bretzelburg y de otros ábumes francobelgas. Sobre este tema hay opiniones enfrentadas, pues duele mucho acusar a un autor tan querido como Ibañez de plagio. No obstante, las similitudes son, en muchos casos, más que claras.

Hay que aceptar que Ibáñez se basaba en el trabajo de otros autores para hacer el suyo. Mientras Franquin llevaba a cabo la tarea de adaptar el mundo real a su estilo de dibujo, Ibáñez acudía directamente a la recreación en tinta, y a partir de ahí ponía esfuerzo en lo que realmente le llena de orgullo: el humor. Nunca, en su defensa, se ha considerado más que un "pintamonas".

Aunque el valor del genio belga para el noveno arte es inconmensurablemente más relevante que el del español, por ser precursor y referente de un estilo que, al igual que Hergé, sentó cátedra, en lo personal, releo hoy El Sulfato Atómico con la mandíbula desencajada mientras que QRN en Bretzelburg se me hace infantil y aburrido.

No lo digo por nacionalismo. Puedo asegurar que las aventuras de Astérix me siguen resultando hilarantes. Y el tema está ahí. ¿Quién hay detrás del galo de la poción mágica? Goscinny, otro de los mayores superdotados de la historieta francobelga, un guionista creativo y divertido como ha habido pocos. En España, creo que podemos afirmar que Ibáñez ha dominado la comedia como ninguno.

Comparo dos viñetas, una de QRN en Bretzelburg y otra de El sulfato atómico, la famosa del autobús. Resulta evidente que Ibáñez copió el autobús de Franquin, pero cambiándolo de dirección y, en consecuancia, añadiendo las puertas. Sin embargo, atendamos también a la cantidad de chistes de ambos dibujos.

En la aventura de Franquin y Greg, tenemos a Spirou explicando lo que van a hacer, por dónde continúa la aventura. Vemos la pobreza del país en el autobús destrozado y comentarios graciosos acerca de lo que se esperaría normalmente y la realidad (no hay prisa porque nadie trabaja, hay escasez hasta de paradas).

El comentario de ánimo del abuelo queda un poco críptico, pues es el pie de otra broma. Cuando suban al transporte público, los protagonistas descubrirán que va a pedales. Ahí, se desarrolla en cuatro viñetas un chiste fantástico en la que una anciana les reprende por no ocupar su asiento (para pedarlear), cuando lo normal es cederle el asiento a los mayores.

Viñeta original de Franquin, edición de Dibbuks
Viñeta invertida horizontalmente
Viñeta de Francisco Ibáñez

Con Ibáñez sucede lo contrario. La viñeta es el remate de un chiste empezado por el Súper en la página anterior: los dos billetes de avión que parecían tan lujosos son para una desastrosa compañía de autocares llamada "El Avión". Es más: aquí lo hilarante no es que choquemos contra un mundo al revés, sino que nos topamos de cara con el día a día de los españoles.

¿Qué pasajero de Renfe no se siente identificado con ese "Servicio regular. ¡Y tan regular!"? Ahora la gente no escupirá huesos de aceitunas, pero sí pipas, ¡y hasta se cortan las uñas! La picaresca de ese "El nene no paga" resulta más cómica porque no vemos la escena y tenemos que imaginarla. Ibáñez aprovecha cada rincón para añadir un chiste: ved al pollo saltando de debajo de las ruedas.

La densidad de chistes por centímetro cuadrado (nunca mejor dicho) es brutal. Se aprecia más ahora que las peripecias de la pareja de detectives calvos contienen una menor cantidad de gracias mucho menos ocurrentes. La capacidad de Ibáñez para hacernos reír radiografiando las miserias del país es elogiable, pero no quita que en la parte gráfica copiara más que creara.

Con esta edición especial de QRN en Bretzelburg no sólo aprendemos más sobre la historia del cómic francobelga, sino que, de rebote, entendemos mejor al mayor referente de la escuela Bruguera. Como ya he dicho, la aventura de Spirou me ha resultado aburrida por infantil, pero me he quedado embelesado con la pluma de Franquin. Si te gusta el cómic, esta obra debe estar en tu biblioteca.

______
Más información:

No hay comentarios