Mi gran noche (2015)
¿Se debe empezar un elogio a esta película con una disculpa? El caso es que, al igual que con Las Brujas de Zugarramurdi, me lo he vuelto a pasar pipa. Me he reído como hacía tiempo que no lo hacía. ¿Me estoy volviendo gilipollas con la edad? No descarto nada. Mi gran noche es otra disparatada y burda comedia de Álex de la Iglesia enmarcada, esta vez, en el rodaje de un programa de Noche Vieja. Al igual que en La comunidad, el bilbaíno convierte algo aparentemente corriente e inocuo en una pesadilla esperpéntica y grotesca.
Mario Casas, tan insufrible que me resulta en cualquier drama, aquí, como en Las brujas, me parece imprescindible. Borda todos los tics, poses y latiguillos del ídolo adolescente. Alcanza el paroxismo con su imitación de Chayanne sobre el escenario. El tema "Bombero" es hilarante. No se queda atrás Tomás Pozzi, el representante del mujeriego personaje de Casas, que se vuelve loco evitando que su cliente se meta en líos. La apatía de Pepón Nieto es maravillosa, y Raphael, transubstanciado en Alphonso, consigue mantener el tipo parodiándose a sí mismo.
Como dijo Woody Allen, "la vida no imita al arte, sino a la mala televisión". Con este daguerrotipo en movimiento del mundo del espectáculo, Álex de la Iglesia retrata y deforma una sociedad enferma lastrada por la imagen y las apariencias que distraen la vista de los problemas reales. Mientras en la calle los empleados despedidos por la cadena están en plena batalla campal contra los antidisturbios, dentro directores, regidores, presentadores y figurantes se esfuerzan por mantener un universo paralelo de destellos y rictus sonrientes que nada puede hacer contra el insano caos que los rodea.
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