El final de todos los agostos de Alfonso Casas


El final de todos los agostos no es una historia original. Una semana antes de casarse, Dani vuelve al pueblo donde pasaba los veranos de pequeño con la excusa de hacer un reportaje de fotos. Pero este proyecto, más que profesional, acaba siendo una necesidad sentimental, que crea conflictos en él ante la decisión de contraer matrimonio. ¿Seguir anclado al pasado, o avanzar?

Lo que pudiera haber sido, lo que es y la decisión de lo que va a ser marcan este relato lleno de nostalgia, deseo y arrepentimiento que tanto me ha recordado a Náufragos de Laura Pérez y Pablo Monforte. Aunque ambos cómics plasman un tenso relato a flor de piel, bordeando la sensiblería, y pese a que éste fuerza demasiado el final para hacer que todos los eventos confluyan, debo decir que me ha gustado. Ha sido una lectura agradable.

Sin embargo, el punto más a su favor es su dibujo preciosista y lleno de detalles, la pensada composición de página y el buen uso del color. El estilo de muñecos orejones de Alfonso Casas es muy reconocible. A diferencia de lo que suele ser usual, en esta historia llena de flashbacks, son los recuerdos los que conservan el color, frente a un presente pintado de gris.

Pero El final de todos los agostos tiene, además, un recurso muy interesante. Para marcar la transición entre el presente y el pasado utiliza páginas de papel cebolla, superponiendo así dos momentos ubicados en un mismo lugar pero diferente tiempo. Es una pena que los ligeros desajustes entre la página semitransparente y la de abajo hagan que las líneas no se superpongan correctamente y se aprecie un desdoblamiento que estropea el efecto.

Alfonso Casas ha creado una bella historia, instrospectiva y melancólica, que brilla en la ejecución de sus páginas y en la originalidad de los recursos utilizados. La edición de Lunwerg, si obviamos el ligero descuadre de la hojas de papel cebolla, es excelente, no sólo por la calidad sino por su precio: apenas 19,95€ por un álbum a color con tapa dura de 152 páginas. Es, sin duda, un magnífico regalo.

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