El jugador de ajedrez de David Sala


El jugador de ajedrez es un álbum basado en Novela de ajedrez de Stefan Zweig, libro póstumo del famoso autor austríaco de origen judío. Fue publicada en 1943, el año siguiente de su suicidio. El escritor se quitó la vida en su casa de Petrópolis (Brasil) angustiado por el ascenso imparable del nazismo en Europa. Desde su exilio, dio por perdida la guerra contra Hitler.

Zweig fue un artista de éxito entre 1920 y 1930, una fama que ha resucitado durante las últimas décadas. Especializado en novela corta y biografía, su obra literaria disecciona la sociedad burguesa de la época. Tiene una prosa sencilla e intimista que retrata a la perfección las pasiones humanas, algo que pude comprobar durante la lectura de su relato Veinticuatro horas de la vida de una mujer.

Sin haber leído Novela de ajedrez, he revivido con este cómic las sensaciones de asomarme a las páginas que contenían la confesión de aquella dama británica. Desde luego, no es que el álbum de David Sala necesite una pormenorizada defensa del original para justificarse. Es un derroche de talento y belleza que hacía tiempo que no disfrutaba en un tebeo.

Sus acuarelas son tremendas. Resulta envidiable su capacidad para jugar con la disolución de la pintura en el agua, o para difuminar los contornos de los objetos. Su gusto por las formas geométricas, el uso expresionista de la perspectiva o la trabajada composición de página contribuyen a distinguir este tomo de otras muchas adaptaciones de obras literarias.

Y es que el resultado de las novelas viñetadas suele ser desalentador. Se suele copiar el texto tal cual, sin procesar, adjuntándole imágenes que repiten lo escrito sin aportar nada nuevo. Aquí, la narración textual y gráfica se pasan el testigo y se complementan, sumando a una prosa elegante y serena una paleta de color repleta de añoranza y pesadumbre.

Sala así lo afirma en una entrevista: «Jugando con una gama cromática melancólica, nos reencontramos con la nostalgia en gris turquesa y púrpura que caracteriza a Zweig y su Mundo de ayer, un mundo perdido». El mundo de ayer al que hace referencia es un libro autobiográfico del artista autríaco acerca de la sociedad vienesa y europea anterior a la Primera Guerra Mundial.

Con estas declaraciones, Sala deja claro que fue más allá para crear esta maravillosa adaptación de 128 páginas. El jugador de ajedrez habla de una época sin ser una historia costumbrista. Es una crítica que va más allá de los salones burgueses para adentrarse en las tripas del horror que marcó una era cuyo desenlace el propio Zweig no se atrevió a contemplar.

La batalla se abre paso en el damero de un opulento crucero, donde el pasado y los sentimientos ocultos saldrán a flote como la pesadilla que son. Es una pedazo de la historia negra de la Humanidad. La trama merece ser descubierta con la propia lectura, no con una sinopsis desgarradora. Sin duda, se trata de una obra que recomiendo encarecidamente.

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