Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien con una película de aventuras. La continuación, que no remake, de la Jumanji de Robin Williams con Dwayne Johnson y Kevin Hart me resulta tronchante, además de visualmente espectacular.
Si en la original de 1995 Jumanji es un juego de mesa, aquí la maldición se adapta a los tiempos y se convierte en una consola. Ya no es el universo del tablero el que invade el mundo real. Ahora los participantes son absorbidos y teletransportados a una jungla llena de peligros donde se siguen (y se parodian) las reglas de los videojuegos.
Aprovechando que ambas estaban en Netflix, volví a ver la primera después de, no sé, más de veinte años. Y me sorprendió lo oscura y terrorífica que es a pesar del recuerdo tan agradable que conservaba. En la nueva sólo tienes diversión estilo Disney, todo muy simpático. En la vieja, no hay animal que no parezca salido de una pesadilla de David Attenborough.
Si algo hay que alabarle a la primera es que a día de hoy algunos de los efectos especiales siguen dejando al espectador con la boca abierta. La estampida es alucinante. De quedarme con alguna de las dos, ahora mismo, me quedaría con la nueva, pues me lo ha hecho pasar tan bien como con la primera de Guardianes de la galaxia.
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