Chavs de Owen Jones


Recuerdo cuando escuché el término "chavs" por primera vez. Fue en 2008, en Southampton. Acompañaba a mi pareja en un Erasmus. Durante una visita a casa de unos amigos que también estaban disfrutando de la beca, conocimos al chico que les alquilaba las habitaciones. No recuerdo su nombre, pero sí su estatura. Era un tipo enorme, y le habían dado una paliza.

No habían sido ningún macarra con buenos bíceps. Había sido una manada de niños a los que se refirió como "chavs". Quedamos anonadados. En Inglaterra los chavales se organizaban en grupos para atacar a viandantes y robarles. ¿Qué coño pasaba para que eso sucediese? No hablábamos de gamberros adolescentes, eran niños.

Cinco años después, Capitán Swing publicó en España Chavs: La demonización de la clase obrera del periodista y comentarista político Owen Jones. No faltó quien me lo recomendara. Por fin borrado de mi lista de pendientes, es sin duda un análisis muy bien estructurado y respaldado con datos. Su lectura es esclarecedora y amena.

Partiendo de ejemplos concretos, desarrollas sus argumentos. A partir del caso de la desaparición de Madeleine McCann, por ejemplo, compara el trato que recibió este suceso por parte de los medios con la escasa atención dedicada a la noticia de otra niña perdida, Shannon Matthews. La familia de Matthews era en Dewsbury, famosa en 2005 por sus altos índices de criminalidad.

Finalmente, resultó que la madre de Shannon había fingido el secuestro de su hija para hacerse con las donaciones de las almas bienintencionadas. No faltó tiempo para que se le echaran a la yugular y utilizaran la estafa para acusarla no sólo a ella, sino a toda la chusma de su calaña. ¿Y a quién más metieron en su misma escupidera?

Desde luego, no a los McCann, pese a que también utilizaran dinero de la Fundación creada a nombre de su hija para costear viajes e, incluso, dos mensualidades de la hipoteca de su mansión. La clase media no se toca en Inglaterra porque ellos "no chupan del bote" del Estado, ellos no sangran al país recibiendo ayudas. La clase media es gente de bien.

Paso a paso, Owen nos habla del brutal desmantelamiento del tejido industrial británico durante el Thatcherismo y de la situación terrible de desamparo en la que quedaron los obreros que perdieron sus puestos. Por si fuera poco, los trabajadores perdieron su principal bastión de defensa de sus derechos. La Dama de Hierro dio una estocada mortal a los sindicatos, que aún siguen sangrando.

Desde el bando conservador, y posteriormente con el neolaborismo de Tony Blair, se buscó una difuminación de la lucha de clases. Se llegó a afirmar que no existía, que era cosa del pasado. La idea de que todos tenemos las mismas oportunidades y lo único necesario para tener éxito en la vida es el propio esfuerzo se implantó con fuerza en el pensamiento de la isla.

Paralelamente, las clases menos pudientes empezaron a tener menos facilidades de acceso a puestos políticos o relacionados con los medios de comunicación. Hoy en día, son carreras que sólo alquien con el apoyo económico necesario detrás puede costearse. ¿Quién podría hacer prácticas gratuitas si no? Con alevosía y sigilo, se apartó a los más pobres de puestos de poder y comunicación.

Así, la clase obrera, arrebatada de su condición de clase y de sus contratos fijos, se dedica a malvivir con empleos temporales y mal pagados en el sector de servicios como supermercados o call centers. Esto lo sé de buena mano, porque en Southampton trabajé para una empresa infame llamada Flame que me hacían trabajar cada día en un sitio distinto.

Descargué camiones con polacos incombustibles, rellené sacos de fertilizantes que me quemaban las manos, y hasta me pasé una mañana helándome mientras veía pasar naranjas por una cinta mecánica. No parece que con oficios así uno pueda llegar a primer ministro. Acababas exhausto, y la ausencia de coche hacía que tardara una eternidad en transporte público.

Otro problema no menor es que estos curros de mierda son escasos, y los pobres deben pelearse con los inmigrantes, dispuestos a doblar la espalda por mucho menos. La clase dirigente, entonces, los acusa no sólo de sanguijuelas, sino de racistas. Todo un entramado muy bien planeado para empezar a retirar ayudas sin que la población lo vea como otro ataque más al estado del bienestar.

El término "chavs" que por primera vez oí en 2008, se convirtió en un término para referirse a la masa más depauperada del país. Los distintos gobiernos la han utilizado para hacer más y más recortes, obviando que han sido sus desastrosas políticas las que los han engendrado. Suerte tienen que, llenos de desesperanza y deudas, hartos de todo, delincan y no organicen un golpe de estado.

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