Las oraciones censuradas de Marcela Londoño


Hacía tiempo que no leía un ensayo tan académico relacionado con el mundo de la filología, y he sudado la gota gorda. Dos veces me encallé, pero conseguí mi propósito de terminar el libro este 2020. El estudio de Marcela Londoño aborda la labor censora de las inquisiciones española y portuguesa durante el s.XVI a partir de un pequeño corpus de oraciones consideradas supersticiosas.

La reforma protestante puso a la Santa Sede en una encrucijada. Las críticas de Lutero apuntaban directamente a las prácticas devotas católicas, basadas en la formulación mecánica de los rezos y no en su comprensión. El teólogo alemán promovía, pues, una relación más íntima con las Sagradas Escrituras.

Para la Iglesia esto fue un verdadero problema. No sólo porque esta relación más personal se podía realizar con independencia de la mediación eclesiástica, sino porque, de rebote, asimilaba el rito católico a prácticas supersticiosas. No eran pocas las ceremonias donde el boato acababa cobrando más importancia que la comunicación con el Altísimo.

Desde luego, a las autoridades católicas les preocupaban tanto estas prácticas vanas como a los protestantes, pero la cosa se les había ido de las manos (y no sin culpa). Por si fuera poco, ahora se topaban con el problema de cómo debían limitar ese tipo de acciones sin que esto supusiera darle la razón a sus detractores.

En un intento de atajarlo lo antes posible, se llevaron varias acciones para controlar la piedad privada. Una de ellas fue incluir en los índices eclesiásticos oraciones que gozaban de popularidad pero que caían en prácticas supersticiosas como incluir observaciones innecesarias o anteponer los ritos al mensaje divino. A través de las inquisiciones, se intentó llevar a cabo la purga de estos textos.

Es fascinante conocer cómo algunos de ellos desaparecieron completamente y otros, en cambio, sobrevivieron. Irónico es el caso de la Oración de la Emparedada, cuyo único ejemplar llegó hasta nuestros días porque su dueño la escondió tapió la habitación donde se encontraba. No es menos increíble ver cómo otros rezos prohibidos siguen vigentes y actualizados a nuestros tiempos.

Si lo pensamos bien, el germen de lo que se quería censurar no llegó nunca a ser eliminado. ¿Quién le presta más atención a la ceremonia de la boda en la iglesia que al jamón ibérico del banquete? ¿Quién prefiere el sermón del cura al champán, los puros y el baile? ¿A cuántos niños se les convence para hacer la comunión con el pretexto de que recibirán muchos regalos?

El estilo de Londoño es fluido y su vocabulario, rico y variado. Leerla no es un viaje en el desierto como sucede con otros ensayos filológicos. El problema es que como todo trabajo académico, hay una abundancia exagerada de citas, notas a pie y referencias a los autores que cansan al lector medio. El tema es muy interesante, pero la retahíla de fuentes entorpece la lectura.

Si el libro se hubiera publicado dentro del ámbito anglosajón, probablemente hubiera sido más accesible y menos catedrático. Y aún así, el libro me ha ayudado con creces a entender mejor el cataclismo que supuso la reforma protestante en el seno del catolicismo, o cosas más simples como asumir que las oraciones son un género literario. No es una lectura sencilla, pero su recompensa es enorme.

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