Mientras el guión de terror de este 2020 parece querer competir también por el premio a Mejor esperpento, Halloween, antes conocido como Castanyada, ha venido a renovar nuestros miedos con un nuevo rebrote. Para celebrarlo sin salir de casa, mi pareja y yo decidimos hacer una maratón de pelis. Tristemente, no llegamos ni al contenedor de la esquina.
The purge: La noche de las bestias (2013, The Purge)
En un futuro demasiado cercano, Estados Unidos ha implantado una horrible celebración. Una noche al año, se permite a la población liberar sus instintos impunemente para, de paso, mantener el índice de desempleo a raya. Semejante premisa podría haber desembocado en un orgiástico baño de sangre o en una reflexión acerca de la lucha de clases. Sin embargo, prefiere fracasar en ambos sentidos.
Ethan Hawke interpreta a un comercial de Securitas Direct que se ha forrado a costa de venderle a sus acaudalados vecinos un flamante sistema para proteger sus mansiones. El producto es tan eficaz que a mitad de la historia lo revientan cortando la electricidad. Debería existir una secuela en la que la compañía del protagonista se arruina sepultada bajo una montaña de demandas.
Poco se había imaginado este boyante vendemotos que el Enjuto Mojamuto de su hijo iba a rescatar a un mendigo escondiéndolo en su casa. La turba de niños pijos que le daban caza se planta entonces en su puerta exigiendo la devolución de la presa. Sin dudarlo, aceptan todos... menos el vagabundo, claro. Pero la democracia es la democracia, y por la fuerza, aún más.
Para sorpresa de nadie, después de someterlo a punta de pistola y apuñalarlo un par de veces, la noble familia blanca se da cuenta que está actuando mal. Para frenar el vendaval de violencia, deciden plantarle cara a los psicópatas de Lacoste con un buen surtido de escopetas. Lo más gracioso es que se marchan dejando al indigente tirado en el suelo, maniatado a una silla y desangrándose.
A partir de aquí, los deus ex machina se suceden, cada cual más previsible y ridículo. El casoplón es tan rematadamente grande que reaparecen por los pasillos personajes que habías visto al principio de la historia. Son 86 minutos de peleas malas, reacciones incoherentes y muertes desangeladas. Desde luego, el título descuadra con el extreñimiento de ideas de sus guionistas.
El remate llega cuando el sintecho, que se ha liberado por su propia cuenta, surge de las sombras para salvarlos. La familia entera le debe la vida. ¿Y cómo se lo recompensan? ¿Le invitan a quedarse en el chalet, donde claramente sobran habitaciones? ¿Acaso un cheque? ¿Unos billetes? ¿Una cura de primeros auxilio? Nada. Un escueto gracias y un adiós. Punto. Hay que ser hijo...
Nosotros (2019, Us)
De pura rabia, fuimos a por la segunda. No podía ser peor. Salía Lupita Nyong'o, que ganó el Oscar a Mejor actriz de reparto por 12 años de esclavitud. No menos importante es que detrás del objetivo se encontrara Jordan Peele, director de la aclamada y acongojante Déjame salir (2017). ¿Qué podía fallar? Pues, por lo visto, todo.
Una mujer vuelve con su familia a la casa de veraneo donde sufrió una traumática experiencia de niña. Una noche, cinco figuras exactamente iguales a ellos hacen acto de presencia. La desazón de lo desconocido y la construcción minuciosa de la atmósfera son acciones desconocidas en este lado del universo. A la primera, los dobles salen de las sombras, se presentan y se ponen a dar palique.
Como con la Pantera Rosa, se opta por un género ambiguo. Oscila entre la comedia sin gracia y el terror sin miedo. Carece de intriga o misterio, sus personajes tienen la profundidad de un charco, y la trama está más sobada que un Macbook de la Apple Store de Plaça Catalunya. Su idea del doppelgänger viene acompañada de la conclusión que cualquiera reconoce.
Desde el minuto uno sabes que la protagonista es la doble malvada, justamente por cómo se muestra el flashback del principio, y por la elipsis descarada que te plantan. Lo que no nadie ve venir son las tres vueltas con tirabuzón y mortal que se montan para explicar el origen de los clones. Da tanta vergüenza que duele. Si la película hubiera estado bien hecha, no hubiera hecho falta razón alguna.
El trabajo de Lupita es digno de un ciclo de teatro amateur por la reinserción laboral. Transmite tanto como el yeso. No queda claro si podía haber hecho algo mejor dadas las estrambóticas decisiones de Peele. Winston Duke en el papel de su marido no ayuda, y es lo más hostiable que uno se pueda echar en las narices. Demasiado bien han salido sus hijos para el lastre de progenitores que les han tocado.
Si bien ambas películas pudieron ser concebidas con ilusión, han sido ejecutadas como mexicanos en una prisión de Texas. Nos dejaron tan fulminados que estábamos en la cama antes de las diez. Es irónico que, antes de iniciar nuestra maratón fracasada, tonteáramos con la posibilidad de ver The Jurassic Games, pero la descartamos por cutre. Viendo el tráiler ahora, me parece una obra de arte en comparación.
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