La princesa Mononoke (Mononoke Hime, 1997)
El viaje de Chihiro ganó en 2002 el Oscar y el Annie a mejor película de animación, y el Oso de Oro de Berlín a mejor película. Es un portento del cine de animación tradicional que a día de hoy, cuando el 3D ha copado las carteleras encabezado por la no menos maravillosa Pixar, sigue fascinando a los espectadores. Pasarán los años y se seguirá estudiando lo que hizo el gran Hayao Miyazaki.
Sin embargo, la historia de esta niña de diez años que se ve atrapada en un mundo fantástico del que tiene que huir, y del cual debe rescatar a sus padres, pierde fuelle hacia el final. El guion no parece tener claro qué rumbo tomar. Hacia el final hay un giro, e incluso una revelación acerca del pasado de la protagonista, que nos lleva a una resolución bastante tibia.
La princesa Mononoke se construye en una línea ascendente muy clara a lo largo de todo el metraje. El público está esperando ver el gran festival pirotécnico que cierre el viaje del príncipe Ashitaka. Tras ser maldecido por un espíritu del bosque convertido en demonio, el joven inicia la búsqueda de la región donde la deidad de los bosques se envenenó por culpa de una bola de hierro.
Es cierto que una comparación entre ambas es engañosa, pues se enfrentan dos obras demasiado distintas. Por un lado, está el relato de aventuras dirigido a adolescentes con una premisa claramente ecologista, y, por otro, un relato de aprendizaje o formación para todos los públicos, en el que una niña consentida aprende el valor del esfuerzo y la amistad.
Mononoke pretende reflexionar sobre el comienzo de la industrialización y, por ende, el conflicto entre el ser humano y la Naturaleza, pero no abandona en ningún momento la acción. Hay peleas, explosiones, combates cuerpo a cuerpo, fieras descomunales. Pese al habitual ritmo pausado de los trabajos de la compañía, se puede afirmar que es la peli más trepidante de Studio Ghibli.
Chihiro, en cambio, es un cuento, una Alicia a través del espejo del país del Sol naciente, repleto de personajes de las fábulas y leyendas del folclore japonés. La protagonista, pese al mundo mágico que la rodea, está limitada a lo que una persona de su edad puede hacer. Sus victorias son fruto del tesón y las amistades que sus buenas acciones le granjearán.
Mis preferencias me influyen, y seguramente me inducen a realizar una lectura demasiado plana. Puede que desde el plano psicológico la ganadora del Oscar sea mucho más interesante, pero tanto la progresión como la espectacularidad de Mononoke me atrapan. Aun con una duración de 134 minutos, nueve más que Chihiro, mi atención no decae, mis ojos están clavados a la pantalla.
Siendo la película que más he visto de Miyazaki, enamorado de ella desde que la comprara en VHS a los quince años, la he vuelto a disfrutar como nunca en Netflix. Con Chihiro, en cambio, y como me ha sucedido desgraciadamente con otras obras impecables del estudio nipón, tuve que esforzarme por no dormirme. La apasionante princesa Mononoke desvela cualquier siesta.
El viaje de Chihiro
(Sen to Chihiro no Kamikakushi, 2001)
Oscar 2002
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