Elemental (2023)
SIN SPOILERS
Pese a su trasfondo dramático, la vigésimo séptima película de Pixar es realmente graciosa. Me reí mucho en el cine. Estéticamente es bonita, entrañable, pero su guion no resulta demasiado convincente. Da la sensación de que no tienen muy claro hacia dónde quieren enfocarla, llegando a olvidarse de algunas subtramas. El doblaje en catalán está especialmente acertado con la traducción de todos los juegos de palabras de los elementos: tener la cabeza en las nubes, ser fogoso, estar hirviendo, etc.
CON SPOILERS
El tráiler no llega a revelar por dónde irán los tiros. Queda claro que la pareja protagonista, de elementos opuestos, se enamorará al final. Pero pasa desapercibido el escalón social que los separa. Nilo, como el resto de elementos de agua, vive en el centro de la ciudad en un lujoso rascacielos, mientras que Candela vive en un suburbio de clase trabajadora ocupado por los elementos de fuego.
Estos llegaron durante la última ola migratoria, y sufrieron discrimación por parte del resto de elementos a causa de su flamígera naturaleza. Así, les vedaban el paso a ciertos establecimientos por miedo a que pudieran provocar un incendio. La metáfora me pareció muy inteligente, y una buena representación del racismo y el clasismo en nuestra sociedad.
Molesta que esto se presente y, al poco, se ignore para reducirlo todo a una cuestión puramente emocional, cuando no lo es. Nilo, por ejemplo, ha sido enchufado por su madre en la administración pública, y en una inspección fortuita le abre un expediente al padre de Candela por incumplimiento de numerosas normativas de seguridad. Este expediente podría clausurarle el negocio.
Nilo no ve que está puteando viva a la chica que luego intentará ligarse. Encima, si lo pensamos bien, es más que normal que la tienda no cumpla ninguna regulación, pues el padre de Candela tuvo que rehabilitarla él solo en un edificio en pésimas condiciones porque nadie les quería alquilar una vivienda cuando llegaron.
Mucho jijí y mucho jajá, pero si lo pensamos fríamente tenemos un barrio del que el ayuntamiento se ha despreocupado, y al que sólo viene para poner multas. Los problemas, encima, vienen de una fuga de agua que, de llegar a mayores, amenazaría con inundar el vecindario, poniendo en riesgo la vida de los elementos de fuego.
Serán Candela y Nilo quienes acaben encontrándola y arreglándola de manera chapucera, mientras la administración pública no mueve un dedo. Acuden dos veces al lugar de la fuga gracias al aviso de la pareja protagonista, y no hacen nada por apuntalar la estructura de cristal, ¡de cristal!, que han apañado la pareja de jóvenes. En esta situación tan estrambótica ambos se enamoran.
Paralelamente, sabemos que Candela sufre ataques de ira provocados por su lucha interna entre querer ayudar a sus padres con la tienda, y seguir sus propios sueños. ¿Aprende a gestionar su furia al final de la película? No. La madre de Nilo la mete en una empresa constructora gracias a otro enchufe para que pueda labrarse un futuro.
O sea, ser pobre es una mierda porque vives constantemente frustrado por no tener los posibles para alcanzar tus metas. La solución de Pixar para los niños es pegar un braguetazo. Para más inri, Nilo está todo el rato en plan: "¿Pero cuál es el problema? ¿Por qué no podemos hacer lo que deseamos?". Su pensamiento acomodado desconoce cualquier tipo de constricción o necesidad.
Pese a que ella lo rechaza porque siente la culpabilidad de abandonar el negocio familiar, el chico insiste como si de una peli de los 90 se tratara. Tras mucho insistir, ella acaba accediendo, y acepta su amor y su ayuda. ¿Quién puede culparla? Con este deus ex machina en forma de corazón con talonario, la gestión de sus enfados queda en el limbo, y la felicidad vuelve a las comisuras de todos.
Se pasa por alto que la inacción del ayuntamiento ha hecho que el barrio entero de los elementos de fuego se inunde, y que sus vecinos hayan salvado el pellejo por los pelos. En ningún momento los agentes sociales son presentados como dejados o malvados. Al contrario, son personajes bonachones que no sufren ningún tipo de castigo por su inutilidad.
Tenemos un happy ending en el que se superan todas las diferencias (raciales, sociales, elementales) y se viste al amor como el héroe de una cuestión monetaria. En ese punto el espectador se ha reído y se lo ha pasado pipa con la película, sin duda. Pero no es menos cierto que su mensaje suena fraudulento, tiene letra pequeña: Hay que seguir los impulsos del corazón (si es con dinero, mejor que mejor).
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