“En las llanuras del desierto, vivíamos pacíficamente con el entorno los números rojos. Nos agrupábamos en pequeños colectivos repartiéndonos las tareas y compartiendo el fruto de nuestros esfuerzos.”
Este fragmento del discurso que el activista radical Minus Sexto hizo la semana pasada en su esfuerzo por exaltar a las masas no deja de ser una grave mofa a la inteligencia. Resulta insultante que a lo largo de su extensa perorata no haga la más mínima mención a las penurias que sufría el pueblo rojo en el desierto, intencionada obliteración que borra consigo los despreciables rituales que practicaban las tribus rojas antes de nuestra llegada. Abominables.
De acuerdo con los estudios de Quinto Secundo, la llegada del Imperio ayudó de manera esencial en la erradicación de estos enfermizos rituales gracias al devoto servicio de nuestros misioneros y el firme ejercicio de la Ley, aunque sabemos con certeza que “Ellos” aún siguen practicando algunas de aquellas atrocidades en el interior de sus tiendas. Pero no os preocupéis. Sabemos que vosotros sois decentes y por eso queremos avisaros del peligro para que no caigáis en su trampa.
El Imperio enseñó a vuestros antepasados a sistematizar e individualizar las tareas, e invirtió mucho tiempo y esfuerzo en enseñarles a incrementar la producción de estas tierras. El Imperio cambió sus sucias tiendas por vuestras casas decentes. Los vistió y levantó costosas defensas para protegerlos del enemigo exterior, igual que seguimos haciendo con vosotros. Les enseñamos que un número negro es sólo rojo cuando comete actos vergonzosos y así os habéis convertido en lo que sois, ciudadanos honrados de esta orgullosa nación.
Ahora, ciertos guarismos pretenden que os neguéis a devolver lo que un día os concedimos por vuestro bien. Claman que el reinado de Primo Tertio no os ha traído más que desgracias y que ha recortado vuestras libertades. Intentan inculcar la superstición de que Su nombre es sinónimo de mala suerte. Pero yo os digo que Su Imparidad no trajo más que prosperidad a estas tierras. Que nieguen las ciudades y los monumentos, que nieguen la televisión y vuestros coches. Harán todo lo posible por negar la civilización y el progreso que ha traído calor, agua y luz a vuestras casas. Esa pandilla de números de cabaret no podrán hundir nuestro mundo porque aquí está.
Pero para ello debéis seguir esforzándoos, para conservar el mundo que os está defendiendo de los horrores. ¿Queréis acaso volver a las yermas llanuras? ¿Abandonar vuestros hogares? ¿Exponer a vuestros hijos a las garras de las bestias? ¡No, no lo queréis! Ellos gritarán, pueden hasta cantar esos números. Yo os aseguro que desafinarán sin remedio. Dicen ahora que un número negro es un número rojo quemado. Yo os digo y os repito que no, que un número rojo es un número manchado con la sangre de sus antepasados, sus víctimas y sus sacrílegos rituales. Asesinos. Eso es lo que son y siempre serán. Nada más que eso. Asesinos.
Muchas gracias.
Este fragmento del discurso que el activista radical Minus Sexto hizo la semana pasada en su esfuerzo por exaltar a las masas no deja de ser una grave mofa a la inteligencia. Resulta insultante que a lo largo de su extensa perorata no haga la más mínima mención a las penurias que sufría el pueblo rojo en el desierto, intencionada obliteración que borra consigo los despreciables rituales que practicaban las tribus rojas antes de nuestra llegada. Abominables.
De acuerdo con los estudios de Quinto Secundo, la llegada del Imperio ayudó de manera esencial en la erradicación de estos enfermizos rituales gracias al devoto servicio de nuestros misioneros y el firme ejercicio de la Ley, aunque sabemos con certeza que “Ellos” aún siguen practicando algunas de aquellas atrocidades en el interior de sus tiendas. Pero no os preocupéis. Sabemos que vosotros sois decentes y por eso queremos avisaros del peligro para que no caigáis en su trampa.
El Imperio enseñó a vuestros antepasados a sistematizar e individualizar las tareas, e invirtió mucho tiempo y esfuerzo en enseñarles a incrementar la producción de estas tierras. El Imperio cambió sus sucias tiendas por vuestras casas decentes. Los vistió y levantó costosas defensas para protegerlos del enemigo exterior, igual que seguimos haciendo con vosotros. Les enseñamos que un número negro es sólo rojo cuando comete actos vergonzosos y así os habéis convertido en lo que sois, ciudadanos honrados de esta orgullosa nación.
Ahora, ciertos guarismos pretenden que os neguéis a devolver lo que un día os concedimos por vuestro bien. Claman que el reinado de Primo Tertio no os ha traído más que desgracias y que ha recortado vuestras libertades. Intentan inculcar la superstición de que Su nombre es sinónimo de mala suerte. Pero yo os digo que Su Imparidad no trajo más que prosperidad a estas tierras. Que nieguen las ciudades y los monumentos, que nieguen la televisión y vuestros coches. Harán todo lo posible por negar la civilización y el progreso que ha traído calor, agua y luz a vuestras casas. Esa pandilla de números de cabaret no podrán hundir nuestro mundo porque aquí está.
Pero para ello debéis seguir esforzándoos, para conservar el mundo que os está defendiendo de los horrores. ¿Queréis acaso volver a las yermas llanuras? ¿Abandonar vuestros hogares? ¿Exponer a vuestros hijos a las garras de las bestias? ¡No, no lo queréis! Ellos gritarán, pueden hasta cantar esos números. Yo os aseguro que desafinarán sin remedio. Dicen ahora que un número negro es un número rojo quemado. Yo os digo y os repito que no, que un número rojo es un número manchado con la sangre de sus antepasados, sus víctimas y sus sacrílegos rituales. Asesinos. Eso es lo que son y siempre serán. Nada más que eso. Asesinos.
Muchas gracias.
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