Cajeros sintomáticos

Julio. Un treintañero se acerca a la ventanilla de un banco. Detrás de ella, hay un tipo nuevo, no es el de siempre. Tal vez, esté de vacaciones.

–Hola, ¿en qué puedo ayudarle? –dice el hombre educadamente.
–Hola. Es para ingresar esta cantidad en concepto de alquiler de julio. Aquí tiene el recibo del mes pasado con el número de cuenta donde debe ser ingresado.

Se queda un rato mirando el papel, luego la pantalla, pulsa alguna teclas, vuelve al papel.

–¿Sabe el número de DNI del titular?
–Eh... no. Siempre presento el recibo del mes anterior, donde aparece el nombre y el número de cuenta. Nunca me han pedido nada más.
–Ya, pero...

El treintañero ha tenido un día de mierda. Ha tenido que volver a casa tres veces por culpa de sus malditos despistes. No quiere volver a hacer otro viaje como un idiota.

–A ver –dice el cliente visiblemente cabreado y con desprecio–, ¿cómo puede ser que tu compañero lo haya hecho siempre con el recibo y ahora me digas que no puedes?
–Eh, sí, sí. Vamos a ver...

El tipo es calvo, con gafas, con pinta de poca cosa, pero con la experiencia de un becario con granos. Después de un buen rato, dice:

–Sí... Ya está... Bueno, he añadido el DNI en el recibo para que el próximo mes sea más fácil. Por favor, traiga éste el mes próximo por tal de facilitar las cosas.
–De acuerdo –responde el cliente, y se queda esperando.
–Bueno, pues ya está –dice el cajero.
–Eeh... ¿no debería firmar la copia que te quedas tú?
–Ah... Sí, claro... –el cliente firma y se va esperando no ver esa jeta flemática nunca más.

Agosto. El mismo treintañero frente a la ventanilla. Tras los cristales, nuevamente, un hombrecillo enclenque y sin pelo sumamente despreciable.

–Hola, ¿en qué puedo ayudarle?
–Hola. Es para ingresar esta cantidad en concepto de alquiler de agosto. Aquí tiene el recibo del mes pasado con el número de cuenta donde debe ser ingresado.

Está un rato toqueteando el ordenador. Luego dice:

–Mmm... ¿su DNI?
–¿Mi DNI? –el cliente empieza a enfadarse.
–¿Este DNI de aquí es el suyo? –contesta señalando el papel.
–No, es el del titular. El mes pasado usted lo apuntó para facilitarse la gestión porque de lo contrario le resultaba más complicado.
–Ya...
–¿Y el titular es esta persona?
–Claro –«¡¿No sabes leer los recibos de tu propio banco, gilipollas?!».
–Mmm... ¿entonces a usted no lo ponemos?
–No.

Hace la gestión y le entrega al cliente su copia.

–Ya está –dice satisfecho.
–¿No - debería - firmar - la copia - que te quedas - ?
–Ah... claro...

Modo Súper Saiyan. Destruyo la sucursal.

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