Los niveles del juego de John McPhee


No había leído todavía ningún libro de literatura deportiva. Tras leer Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer de Foster Wallace, y buscando más sobre el autor, encontré su elogioso artículo acerca de Roger Federer. A tenor de éste, llegué, Google o Twitter mediante, no recuerdo bien, hasta Los niveles del juego (1969) de John McPhee, periodista a quien tenía en gran consideración el difunto padre de La broma infinita.

Los niveles del juego es la crónica de una de las semifinales del primer US Open. El Abierto de Estados Unidos forma parte de los cuatro Grandes; completa, junto a Roland Garros, Wimbledon y el Abierto de Australia, el llamado "Grand Slam". Este primer torneo se celebró en Forest Hills (Queens, Nueva York). No fue hasta 1978 que se trasladó a su emplazamiento actual en el parque de Flushing Meadows.

El partido se jugó durante el verano de 1968, en el comienzo de la Era Abierta, es decir, en los inicios de la profesionalización del tenis. Apenas unos meses antes, en abril, un segregacionista blanco había matado a Martin Luther King, líder del Movimiento por los Derechos Civiles. A un lado de la red, se encuentra Clark Graebner, blanco, republicano, de juego constante y sólido; al otro, Arthur Ashe, negro, demócrata, de tiros increíbles pero irregular.

McPhee narra el partido con precisión fascinante. Es palpable que su modo de narrar influyó en Foster Wallace y su artículo sobre "El Maestro" suizo. Nunca habría imaginado que pudiera engancharme tanto leer la descripción de las idas y venidas de una pelota de tenis. Hasta recrea los pensamientos de uno y de otro, recordándonos cuán psicológico es este deporte. "¿Cómo va y hace eso?". "¡Céntrate!". "Muy bien". "¡Qué suerte tiene!".

Entre punto y punto, el periodista va contándonos la vida de ambos, cómo han llegado hasta esa semifinal y cuán diferentes son los caminos que han recorrido. Se cruzan sus declaraciones con entrevistas a sus padres y entrenadores, bien hilvanadas, casi como una novela pero sin florituras. Son pinceladas que, a medida que dibujan sus trayectorias, muestran la brecha racial todavía existente en el país de las barras y estrellas.

Sinceramente, esperaba un análisis sociológico más profundo, un ensayo que abordará más allá de la experiencia o puntos de vista de los dos tenistas. Por culpa de las sinopsis y notas de prensa ("se sirve de este encuentro para retratar una década revolucionaria del siglo XX"), hice más elucubraciones de las debidas. Este libro no es un ensayo sobre el conflicto racial estaounidense ni una biografía de Ashe y Graebner. Es una crónica deportiva.

Eso sí, a muchos se les caerían los pantalones si pudieran leer este tipo de periodismo en sus panfletos amarillistas sobre fútbol (y otros). Ha sido una lectura amena y apasionante, estropeada esporádicamente por errores de traducción. Hay alguna que otra parafrasis respecto al original que producen oraciones sin sentido. Pude comprobar una gracias al fragmento gratuito de la edición inglesa en Amazon.

Hay otra, en cambio, que no he podido contrastar y es hilarante. En la página 104, Graebner afirma, para el desconcierto de cualquiera, lo siguiente: "Yo estoy casado y soy conservador. Me interesan los negocios, la bolsa y la ropa infantil". ¿Cómoorrrrl? No tengo ni idea de si, en realidad, se refiere a la ropa de sus hijos o qué, pero nadie negará que es una frase que no hay por donde cogerla.

No me pasaron desapercibidos tampoco ciertos falsos amigos. En la pista, Graebner piensa: "Mira ese tiro, es ridículo", cuando más bien quiere decir: "Mira ese tiro, no me lo puedo creer". Unas líneas antes, ha dicho: "En vez de intentar un golpe ridículo y fallar, intenta un golpe ridículo y acierta". En inglés, ridiculous también se utiliza para referirse a algo inconcebible, excepcional. Así, puede servir para mostrar tanto incredulidad como fascinación.

Mirando los créditos del libro, está claro cuál ha sido el problema: el encargado de la traducción y de la corrección han sido la misma persona. A parte de esto, la edición me ha encantado, tanto por el formato (tapas blandas, cómodo de leer) como por la fuente utilizada y su tamaño. Los niveles del juego es un libro que he disfrutado y que recomiendo para acercarse a la literatura deportiva. Y si se domina el inglés, es aconsejable hacerlo en su versión original.

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