Macbeth de Justin Kurtzel es decepcionante [SPOILER... de aquella manera]


Ostras, Fassbender y Cotillard, actorazos y guapos de la pantalla, interpretan una obra de Shakespeare. Un crítico elogia al actor irlandés en el cartel: "Fassbender ha nacido para esto". No es el único. Los periodistas especializados reciben con artículos encomiásticos y elevado número de estrellas este estreno tan esperado. Hay que ir, será un peliculón, ¿no?

La vi en versión original pero, evidentemente, me fue imposible seguirla sin los subtítulos. Mi primer gran error fue no leer antes una sinopsis del argumento. Las obras como Romeo y Julieta o Hamlet son sobradamente conocidas por todos; no así, Otelo o Macbeth. Tenía una ligerísima idea, prácticamente etérea, de que giraba entorno a la traición del protagonista, pero poco más.

En el campo de batalla, tres brujas revelan a Macbeth y a su compañero Banquo que el primero será rey y el segundo, padre de reyes. Sin más explicación, desaparecen. Macbeth, persuadido por su mujer, decide avanzar su destino matando al monarca regente. Una vez en posesión del trono, el miedo a una posible deslealtad por parte de la estirpe de Banquo lo lleva a ordenar la eliminación de todo aquel que pueda convertirse en una amenaza.

¿Por qué considero que este Macbeth está mal planteado? La película tiene una fijación obsesiva por recitar el texto, que mantiene su forma versificada. Se centra tanto en ser literal (que no fiel) que arrastra todo lo demás. No llegué a sentir la locura de Macbeth sino un símil diluido. La afectación teatral chirriaba en el celuloide y, cuando parecía que íbamos a recibir una lección magistral de Fassbender, se precipitaba sobre la escena una parrafada huera y desubicada.

Como observó mi pareja, la artificialidad del texto dramático y su representación no cuajaba con el realismo de la imagen. Tímpano y pupila marchaban por caminos distintos. Hubiera sido preferible haber modificado el texto. Mayores silencios y mayores concesiones hubieran permitido a los actores transmitir un auténtico descenso a los infiernos en la pantalla y no en las butacas, donde el sopor caía como una lápida.

Los personajes hacen mutis absurdos, como cuando Madcuff abandona el banquete sin discreción alguna a vista de todos, o reaccionan de manera inverosímil, como cuando Malcolm, hijo del rey, descubre a Macbeth ensangrentado junto al cadáver de su padre y huye. Pensé que eran incoherencias de la obra original, cosas del siglo XVI, pero resulta que estas meteduras de pata son culpa del guión que, pese a empecinarse en mantener el verso, inventa de la manera más idiota e innecesaria.

En ningún momento Malcolm se encuentra con Macbeth. Desaparece porque teme que el asesino vaya también a por él y este hecho lo aprovecha el protagonista para acusarlo del regicidio. En la película, ¿qué sentido tiene fugarse cuando lo ha pillado con las manos en la masa? En el texto clásico, descubrimos por un mensajero que Madcuff se ha marchado a escondidas (y no exponiéndose ante toda la corte), algo totalmente sensato visto lo que le ha sucedido al malhadado Banquo.


¿Y esos planos tan chulos que se ven en el tráiler? Se corresponden a las dos batallas que abren y cierran el filme. Visualmente son espectaculares pero cuando las sitúas en lo que es la película, una historia con una evolución y unos diálogos incoherentes, adquieren la profundidad de un videoclip. La belleza se queda en un filtro de Instagram, en una capa de Photoshop.

He visto a Fassbender en Shame, en Hunger, en Fish Tank, en Doce años de esclavitud, y me ha emocionado. En esta película casi me inclinaría más por Cotillard, pese a preferirla en Dos días, una noche. No voy a negar que mi decepción se origina en unas expectativas más altas que la valla fronteriza del idioma. Pero aunque parte del problema pueda estar en mí, esta película fracasa al desaprovechar un presupuesto, un reparto y un texto con el que muchos soñarían.

Acabada de ver, uno se pregunta qué ha aportado, ya no al imaginario de la obra sino al espectador. Mi primera respuesta sería "sueño", entre mucho y bastante. La segunda ha sido descubrir que el nombre del protagonista no se pronuncia "Mácbeth" sino "Macbéth". La conclusión está clara: Macbeth es una Dormidina demasiado cara y en España seguimos sin tener ni puta idea de inglés.

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