La vegetariana de Han Kang


La vegetariana se lee de un tirón. Está dividida en tres partes, pero sólo la primera es la que esperabas. No hablo de calidad. Me refiero a la historia que uno se imagina a raíz del título. Las otras dos extienden el relato, aportan nuevos puntos de vista y profundizan en la protagonista y en los testigos de su metamorfosis.

La prosa de la autora es descriptiva. No se detiene en pormenorizar todos los rasgos de una mesa, como si de literatura realista del XIX se tratara. Describe las acciones de los personajes de modo bastante directo. Me recuerda a otros autores asiáticos, principalmente japoneses, que he leído. En sus estilos parece no haber lugar para la metáfora. y apenas para la comparación.

No hay que pensar en literatura minimalista, ni en la parquedad de ciertas letras estadounidenses. La prosa acompaña al lector mientras desgrana el efecto dominó iniciado por la, para todos, incomprensible decisión de la protagonista: una noche, Yeonghye se despierta y se deshace de toda la carne guardada en el frigorífico. No volverá a probar nada procedente de un animal.

Han Kang consigue durante toda la primera parte mantener al lector expectante. A partir de una decisión aparentemente banal, el mundo que la rodea se trastoca irreversiblemente mientras ella mantiene la calma y el silencio. Parece que lo que esté desarrollándose sea una novela de terror. ¿Y si una elección aparentemente benévola pudiera ser la consecuencia de algo verdaderamente terrible?

Tenemos una primera parte narrada en primera persona por el marido de Yeonghye. Es un hombre machista, de cuyo discurso apenas vislumbraremos algo de ella. Para él no es más que un florero, una mera comparsa. Evidentemente, pese a esta actitud tan despreciativa como normalizada, él no es nada sin su esposa. Su seguridad desaparece. Se vuelve pequeño e inoperante.

Su monólogo será seccionado por escuetas intervenciones de ella en las que materializará sus pesadillas. Es como si Melville nos hubiera abierto un hueco para poder espiar la insondable mente de Bartleby sin, con ello, destruir su aura de misterio. Han Kang, por el contrario, es capaz de convertir a la vegetariana en alguien todavía más fascinante.

Si las siguientes dos partes se hubieran perdido, el relato hubiera seguido siendo redondo aunque distinto. Ambas aportan valor y matices. Cada una está narrada por un personaje distinto en tercera persona. La segunda sería una historia de obsesión parecida a El retrato de Dorian Gray con un final que ningún hombre habría vislumbrado. La tercera sería un relato introspectivo, sentimental.

La novela tiene un enfoque femenino y feminista. Expone lo que ellos no ven: la posición de la mujer en la sociedad, su sometimiento, sus obligaciones y coerciones. Los hombres se muestran totalmente egoístas y ajenos a esta situación. Ellas son las empáticas, las que se preocupan hasta la extenuación del cuidado de los demás. Es una atención que nunca es devuelta.

Pese a que el final no me ha gustado, en parte porque me ha confundido (no sé qué ha sucedido exactamente con cierto personaje), y en parte porque me ha parecido un remate demasiado vago, la lectura ha sido voraz. Que Yeonghye abandonase la carne ha sido razón más que suficiente para que yo retomase con avidez mi afición por el papel.


CURIOSIDAD SOBRE EL TÍTULO

Muchas veces le han preguntado a la escritora si la novela tiene intenciones políticas, y ella ha respondido sorprendida que no. La visión occidental siempre se entromete. A colación de esta puya a nuestro eurocentrismo, el título me ha chocado, pues pasando las páginas uno descubre que la protagonisa no se vuelve exactamente vegetariana, sino más bien vegana.

En una iluminadora entrada de blog a cargo de dczook, se explica que el término coreano para referirse a un vegetariano es 채식주의자 (ch’aesikjuuija) y significa literalmente "comedor de vegetales". En Corea comen menos carne que aquí, desde luego, pero igualmente está socialmente asumido que estos vienen acompañado de un mínimo de carne o pescado.

Si uno contesta que es ch’aesikjuuija, seguramente tenga que clarificar que no come ni carne ni pescado. Ante tal afirmación, el interlocutor creerá que esa decisión viene dada por razones religiosas, asociadas principalmente a los votos budistas. En cambio, si se concreta que es debido a razones éticas en contra de la crueldad animal, resultaría incomprensible.

Al igual que en la sociedad japonesa, en la que el grupo prevalece por encima del individuo, una decisión de tal calibre no podría ser tachada más que de egoísta y problemática. Obliga al resto a cambiar sus hábitos para contentar un "capricho" personal. De ahí que el título de La vegetariana no apunte tanto a una opción alimentaria, como a una subversión del orden establecido.

No hay comentarios