Las recomendaciones de Amazon suelen resultarme terribles. O me sugiere novelas románticas, u obras del Siglo de Oro. Sin punto medio, me lleva de Adicta a tu aroma hasta Quevedo. Pero, a veces, la web me hace un quiebro inesperado. El libro captó mi atención instantáneamente gracias a la ilustración de la cubierta y a su irrebatible precio de oferta: noventa y cuatro céntimos.
Cuando lo empecé, no me acababa de convencer. El estilo poético, demasiado etéreo, me daba mala espina, la típica que se clava como una mala sospecha que al final se cumple y te lleva al hospital. El caso es que, a diferencia de otros extractos de libros digitales, este sí que corta donde el lector va a querer continuar. No puedes cerrar el archivo y olvidarte.
Seguí y, como temía, la autora deja un final abierto. No concreta qué es ese algo que repite a lo largo de un centenar de páginas. Este tipo de obras alcanzan el estatus de inolvidables cuando asestan un buen portazo antes de salir, y no cuando se marchan desintegrándose en un vahído. Es una traición a la confianza del lector, un coitus interruptus.
Pese a la insatisfacción anorgásmica, he disfrutado mucho este viaje a ninguna parte. En absoluto, el libro de Schweblin ha sido una pérdida de tiempo. Me ha encandilado lo trabajado que está el texto, el juego de las dos voces narrativas, la capacidad de progresar sin rebajar la tensión, que de tan constante asfixia. Es un ejercicio fascinante.
Mi sueño era que todas las bellas palabras se materializarían en un problema tangible, señalado con un dedo acusador y testimonial: esto es lo que sucede en el campo argentino. El camino elegido se adentra en el bosque del terror psicológico que germina sobre las relaciones entre madres e hijos. Es una reflexión dolorosa sobre el reto inalcanzable de protegerlos de todo.
Sin duda, Distancia de rescate era el libro que necesitaba para terminar bien arriba este año 2019. Feliz Año Nuevo. :)
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