El pueblo, temporadas 1 y 2 de la nueva serie de Alberto Caballero


El pueblo es la serie más reciente del creador de La que se avecina y de la genial Aquí no hay quien viva. Producida por Amazon Prime Video y Mediapro, se puede disfrutar con mucha antelación en la plataforma de vídeo en streaming. Mientras que en la pequeña pantalla la primera temporada terminó este 4 de marzo, la segunda ya se puede disfrutar online en el servicio de Jeff Bezos.

La empecé a por curiosidad y me enganchó más de lo que esperado. No se acerca ni de lejos al ingenio de Aquí no hay..., pero no me provoca la náusea de la serie de Telecinco. Si bien también hay personajes y sketches muy desagradables, en general, el elenco y el tono de la historia me han resultado muy interesantes.

Un matrimonio hippie quiere montar una ecoaldea en lo que piensa que es un pueblo abandonado. Tras anunciarlo y reclutar a una tropa de desgraciados, sea por las penurias que han sufrido o por las penas que han causado, descubren para su sorpresa que el lugar sigue habitado. Un acuerdo con los escasos residentes permitirá a los recién llegados poder empezar una nueva vida.

Entre los nuevos vecinos hay un constructor salpicado por la Gürtel, una choni con ansias de estrellato, una madre soltera, una adolescente aburrida, un pijo rico con suerte y su amigo con complejo de rémora, la familia de hippies, un músico en horas bajas, un eterno estudiante que nunca aprueba las oposiciones, y una enferma terminal de cáncer.

Por su parte, los pueblerinos son cinco: un alcalde bonachón, su madre anciana, un pastor de ovejas y un matrimonio no muy bien avenido. Están estereotipados, pues, representan ese ideal de inocencia y bondad que todavía no han sido corrompido por los males de la sociedad actual. Arsacio es el único que está de mala hostia, pero también es presentado como una persona simple.

Releyendo lo escrito hasta ahora, no apetece demasiado hincarle el diente. Pero luego vemos cómo los guiones se enfrentan a temas como la muerte, la amistad, el veganismo o la infelicidad, sin dramatismos ni histrionismos, o al modo en que desarrollan personajes como el amigo pelam o la poligonera interpretada por María Hervás, y te descoloca.

Si pudiera eliminar algo sería la historia de "amor" entre el pijo y la madre soltera, que resulta tóxica en extremo, rallando la sociopatía. Vista ya la segunda temporada, han aparecido más detalles que no me han gustado, como el giro radical sin explicación del hippie encarnado por Santi Millán o la precipitación con la que ha querido cerrarse todo.

Para esto último hay dos posibles razones. En el mercado español, las duración de los episodios suele ser muy larga para que resulten más rentables. Para exportarlas, eso es un problema. Así, Amazon quería que no superaran los 50 minutos mientras que Mediapro optaba por 70. La solución ha sido crear dos versiones, una para la plataforma digital y otra para Telecinco.

A la espera de que se estrene la segunda en televisión, me queda la duda de si este desajuste en el metraje ha llevado, en algunos casos, a recortar en la versión más breve. Hay momentos en que me ha chocado ciertas elipsis o cambios de escenario. Sobre todo, recuerdo el episodio final, donde los acontecimientos casi se atropellan los unos a los otros.

La otra razón es que, según los creadores, el eje principal de la serie es el conflicto entre los urbanitas y los aldeanos. Una vez que los unos se acostumbran a los otros, ese factor se pierde, y la idea original pierde su esencia. Como su deseo no era llevar la serie más allá de ese estadio inicial, decidieron dar un final cerrado para esta segunda temporada.

Sin embargo, vista la celeridad con la que se zanjan muchas subtramas, y viendo la actitud todavía reacia de muchos de los nuevos habitantes, la convivencia todavía estaba lejos de ser armoniosa. Además, hay muchos avances en la evolución del pueblo de los que los guionistas parecen desdecirse. Da la sensación que no sabían hacia dónde tirar.

Desconozco si la tercera temporada buscará relanzar la serie desde cero con nuevos personajes. Por mi parte, pese a lo extraño y dispar que me pareció el grupo al principio, encuentro que consiguieron tejer una red de complicidades entre ellos más que interesante. Personas que parecían no tener nada en común, se encontraban. Ni yo me esperaba que me tuvieran en vilo hasta el último minuto.

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