Otis Milburn es hijo de una terapeuta sexual. Y no es que a él le vaya precisamente bien, dado que tiene serios problemas para convivir con su lado más hormonal. Es incapaz siquiera de masturbarse. Sin embargo, esto no le impide montar una consulta sexual en el instituto con los conocimientos que su madre le ha inculcado en casa.
Es una serie divertida y simpática, que encara tabúes aún vigentes y da en el clavo con ese toque británico que la aleja de los productos Made in USA. Aborda temas como la píldora del día después desde una perspectiva que difícilmente veríamos en una creación cien por cien estadounidense. La pena es que insiste en tropezar en el cuelgue infinito del protagonista por una chica.
Y digo insiste pues, en vez de pasar página, los guionistas fuerzan la historia en la segunda temporada, más exagerada e inverosímil. Se aleja de la realidad para crear un mundo deformado e histriónico limítrofe con el embrollo del culebrón. Quejas aparte, los cincuenta minutos de sus episodios son cómodos de ver y resultan un buen pasatiempo.
Basado en un cómic de Charles Forsman, I Am Not Okay with This (traducida de un modo tan expresivo y chocante como Esta mierda me supera) cuenta los problemas que empieza a sufrir la joven Sydney Novak tras el suicidio de su padre. Ni la psicóloga escolar podrá evitar que el descontrol se apodere de su vida.
Extraña que un planteamiento así no desemboque en una especie de drama sobre el duelo y la depresión. Lo cierto es que es una comedia a medio camino de la anterior serie basada en un tebeo de Forsman, The End of the Fucking World, y la exitosa Stanger Things. Con este cóctel en mente, uno puede vislumbrar por dónde irán los tiros, sin que esto asegure adivinar el final.
La primera tanda de ocho episodios provoca síndrome de abstinencia. Los veinte minutos que dura cada uno los convierten en píldoras ideales para los ratos muertos. Al igual que Sex Education, pinta que repetirá esa obsesión por el primer amor, pero el ritmo con el que avanza es tan bueno, y visualmente es tan adictiva, que difícilmente me saltaré su continuación.
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PD: Después de haberlas visto, hay algo que me corroe: si ambas transcurren en pleno siglo XXI, ¿por qué coño visten como si estuvieran en los ochenta? ¿Acaso todos los chavales han heredado la ropa, no ya de sus hermanos, sino de sus padres?
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