Tú, una bici y la carretera de Eleanor Davis


Compartir vida con alguien que comparte tus intereses es, desde luego, maravilloso, pero no lo es menos estar con alguien cuyos gustos difieren de los tuyos. Cuando vi este cómic en la tienda no me atrajo. Mi pareja le echó la zarpa y nos lo llevamos a casa. Hace meses que se lo leyó y había desaparecido de mi radar hasta que esta cuarentena ha reaparecido sobre el sofá del salón.

En la tienda de cómics no me atrajo su estilo de dibujo. Es un diario de viaje, con muchas ilustraciones realizadas a lápiz y con acabados descuidados. Sigue las pautas de un relato de autodescubrimiento, de superación. En su momento estos detalles me repelieron como el aceite al agua, pero ahora los agradezco.

Es una lectura muy relajante, muy agradable. Son pequeñas píldoras diarias del trayecto que la autora hizo en bici desde casa de sus padres en Tucson, Arizona, hasta la suya en Athens, Georgia. Estamos hablando de casi tres mil kilómetros. La historietista confiesa que, pese a la magnitud del viaje, necesitaba enfrentarse a ese reto por razones personales.

A lo largo del recorrido plasma los miedos y los problemas físicos que supone una gesta semejante, pero también la sensación de libertad y la realización personal. El diario supone también un fresco de la hospitalidad sureña y de la temible situación de la frontera. El Sur la recibe con los brazos abiertos pero todavía quedan los vestigios de una Historia menos amigable.

Somos testigos de los contrastes. La artista esboza los distintos espacios que componen el mapa de su ruta, desde zonas desérticas y prácticamente abandonadas, a autopistas rugientes y abarrotadas de bólidos suicidas. Eleanor Davis crea una lectura ligera y luminosa, excelente para estos días donde hasta los balcones parecen a punto de derrumbarse.

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