Birdman o La Inesperada Virtud de la Ignorancia
(Birdman or The Unexpected Virtue of Ignorance, 2014)
Siempre he asociado a Michael Keaton con el Batman de Tim Burton y, no sé por qué, con la comedia Mis dobles, mi mujer y yo. Si no incluyo Bitelchús es porque no tenía ni idea de que fuera él. Como suele pasar muchas veces, estaba pensando qué había sido de él cuando empezaron a bombardearnos con la publicidad de Birdman en 2014. Fue tal la turra que me negué a verla.
Dirigida por Alejandro González Iñárritu (Amores perros, 21 gramos, Babel, Biutiful), trata de un actor en horas bajas que busca relanzar su carrera a través de una introspectiva obra teatral en Broadway. Con mucha ironía autorreferencial, Riggan Thompson debe su éxito pasado a su papel en una película de superhéroes con un nombre demasiado similar a Batman.
Técnicamente impresiona. Como ha hecho 1917 cinco años después, el metraje se apoya completamente en el recurso del plano secuencia. Pero si la película de la Primera Guerra Mundial buscaba sumergir al público en la atmósfera asfixiante de los soldados, aquí busca confundirnos, jugar con la delgada línea entre realidad y ficción.
El espectador se siente azorado mientras la cámara se cuela con los personajes entre bambalinas mientras una batería nos martillea a ritmo de preludio de una arritmia. Hace todavía más cabriolas con el espacio y el tiempo que 1917. Es muy divertido cómo nos pone a renglón seguido escenas que ocurren bastante alejadas en el tiempo.
Es un festival audiovisual fantástico y, sin embargo, su mensaje, y el guión en general, no resultan demasiado inspirados. Lo bueno es que importa poco, ya que la narración, el humor y el buen uso de los efectos especiales firman una película entretenida y fascinante. Sin duda, Iñárritu le brindó a Keaton un regreso por la puerta grande.
No hay comentarios
Publicar un comentario