Superlópez: A toda crisis, de Jan

Antes del atracón de Superlópez de octubre, algo indigesto dada la calidad general de los álbumes, leí ¡A toda crisis! (2010). Podría haber estado el primero del listado, pues precede a El virus Frankenstein, pero quise dejarlo aparte porque me gustó mucho.

Buscando un regalo para Juan, que ha sido despedido de la oficina por los dichosos recortes (y por pasarse el día haciendo pajaritas de papel), Luisa se topa con un vendedor muy persuasivo. El tipo la convence para que compre unos S.I.V., o fondos de inversión. La gracia es que esto no sucede en un banco, sino en un bazar de cachivaches. Los papelotes están ahí en un palé con un cartel de oferta del 99%.

Luisa cree que podría ser una buena oportunidad para su querido Juan, ya que podrá ganar un dinero mientras pasa el temporal de la crisis. Además, como dice el trajeado dependiente, es muy fácil, "ingenieria financiera pura" para cualquiera con un "carácter decidido y emprendedor", sólo hay que "venderlos a otros, o intentar cobrar su valor".

Un poco reacio al principio, pero con deudas, Juan las acepta y prueba a cobrarlas. A medida que da vueltas por el mundo y ve que todo los pagadores están endeudados, ya se huele la tostada y empieza a tirar del hilo hasta encontrar a los de siempre detrás de todo el tejemaneje. Pero ni como Superlópez puede encarcelar a nadie, pues todo entra dentro del marco de la legalidad.

Paralelamente, se nos ha ido contando la historia de Sadik Summa'd, un consultor del Banco Central de Djebana, país norteafricano ya aparecido en divinamente dibujado El castillo de arena (1992). Huye de su despacho tras un intento de asesinato. Su intento de intentar destapar el tinglado de las subprimes, lo pone en el punto de mira de demasiados intereses económicos.

Los caminos de ambos personajes se cruzarán y la historia seguirá avanzando. A diferencia de todas las historietas que vinieron después, todo encaja y está muy bien hilvanado. Superlópez deambula de una punta a otra del globo, pero no lo hace erráticamente, sino con un fin: presentar como la estafa se ha organizado a escala mundial.

Hay peleas, humor absurdo y crítica sin compasión. La acidez con la que trata el mamoneo que hundió nuestras vidas es impecable. No se puede comparar con los años dorados de la colección, pero sí que brilla con luz propia respecto a los números que lo rodean. Decididamente, ha sido una muy grata lectura; y una alegría, volver a disfrutar de Jan casi como antaño.

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