Mi experiencia lesbiana con la soledad es la segunda obra que leo de Kabi Nagata, después del impacto que me provocó Acabé hecha un trapo huyendo de la realidad. De corte autobiográfico, nada de lo que cuenta la autora me deja indiferente. Aunque el título hace referencia a su homosexualidad, y es el punto de partida del relato, la temática es más amplia, abarcando diez años muy complicados de su vida.
Mi experiencia lesbiana apareció por primera vez en Pixiv, una comunidad online como DevianArt enfocada a artistas. A pesar del tosco estilo de dibujo, el éxito de público fue inmediato. Captaría la atención de la editorial japonesa East Press, que en 2016 lo publicaría en formato físico. Un año después, se llevó el premio a mejor manga del año en los Crunchyroll Anime Awards.
En sus páginas Nagata habla de su depresión, de su desorden alimenticio, de la complicada relación con sus padres, de sus problemas laborales, de sus intentos de suicidio, y de cómo descubrió su atracción por las mujeres. Al igual que en Acabé hecha un trapo, consigue tratar todos estos temas tan delicados de manera franca sin caer en el sentimentalismo, ni ejecutar una exposición fría de los hechos.
Desarma leer una experiencia tan dura con tal sinceridad y pragmatismo. Describe lo que es, sin metáforas ni eufemismos. La narrativa japonesa, en cómic y en literatura, consigue que el lenguaje apunte a la realidad, mientras que en las letras occidentales hemos soterrado esa realidad bajo infinitas capas de ficción. Nuestro textos apuntan a otros textos, no a la cosa en sí.
Luego está la distancia no sólo espacial sino cultural entre la sociedad que describe y en la que vive el lector europeo. ¿Es Japón el futuro de la sociedad ultraindividualista en la que vivimos? ¿Llegaremos a tal aislamiento personal de no ponerle freno? Su visión analítica impide que rompa a llorar. Pero en la profunda disección de sus sentimientos no puedo más que sentir empatía, fragilidad y miedo.
Es curioso cómo, siendo un tebeo anterior, el apartado artístico es más refinado que el de Acabé hecha un trapo (2019). De hecho, he encontrado ilustraciones de Kabata en internet que superan con creces lo visto en ambos volúmenes. No sólo hace uso menos crispante del color, rosa en lugar de naranja fosforito, sino que realiza unas líneas más pulidas sin abusar de tramas demasiado recargadas.
Me resulta muy difícil explicar la sensación extraña y adictiva que me provoca leer los manga de Kabi Nagata. ¿Cómo puede desnudarse de esa manera y seguir en pie? ¿Cómo puede hablar de traumas tan lacerantes sin perder el control? Su desazonadora experiencia va más allá de lo personal, y trae consigo una reflexión angustiante acerca del tipo de sociedades que estamos alimentando.
La lectura de Mi experiencia lesbiana con la soledad te acompaña más allá de la última página, y esto no es algo que se pueda decir de la mayoría de obras que pasan por nuestras manos.
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