El juego del calamar: ni tanto ni tan poco


El juego del calamar (2021)

En las plataformas digitales, los récords son efímeros. El juego del calamar& (2021) le arrebató en octubre el puesto de serie más vista de Netflix a los Bridgerton (2020). No sorprende su éxito dadas las similitudes que guarda Alice in Borderland (2020), cuyos número no fueron malos, pero sorprende que el ascenso haya sido tan meteórico.

Ambas comparten el mismo planteamiento: un grupo de personas compite por superar una serie de retos en los que caer derrotado significa perder la vida. Sin embargo, mientras la japonesa dibuja un thriller de corte fantástico, donde los personajes son teletransportados a una especie de universo paralelo, la serie de Hwang Dong-hyuk, en cambio, se asienta en la realidad actual

Un joven alto y trajeado se encarga de reclutar a personas con problemas económicos, legales o de exclusión social en un macabro juego. El bote final son 45.600 millones de wones (unos 33 millones de euros). Asimilado el shock inicial al ver a los primeros caídos, la desesperanza y la necesidad empuja a estos paria del primer mundo a intentar llegar hasta el final.

La desigualdad social está en la casilla de salida de la serie, pero luego no se profundiza en ella. El director prefiere centrarse en el desarrollo emocional de unos personajes que acaban por ser demasiado prototípicos. Si bien vuelve a hablar de injusticia social cuando se desvela el origen del juego, la reflexión resulta tan grandilocuente como manida.

Pese a todo, el dramatismo de El juego del calamar no supera las cotas de Alice in Borderland, repleta de recursos hiperbólicos e inverosímiles procedentes del manga en el que está basada. Aquí las pruebas no tienen una solución que permita salvar a todos, sino que están basadas en juegos infantiles donde el azar iguala las posibilidades de los participantes.

Se ha criticado mucho la serie por su indisimulado machismo. A mi parecer, dentro de la trama tiene sentido. Una ficción sobre las miserias de la humanidad contemporánea no puede obviar el omnipresente sexismo. Pero también es cierto que no pocas veces el guion es misógino sin pretenderlo. Este otro artículo se apuntan varios ejemplos.

Si debo resaltar algo de El juego del calamar serían la subtrama del tráfico de órganos y la del policía. Ambas nos muestran las bambalinas de la competición, y añaden ingredientes de caos que permiten, no sólo que el espectador gane una información a la que los jugadores no pueden acceder, sino que un ingrediente de caos desestabilice la balanza en favor de las víctimas de modo convincente.

El último episodio deja cabos sin atar que se cerrarán en una segunda temporada sin fecha de estreno. Hwang Dong-hyuk, guionista y director, afirmó que tardará en llegar, pues esta primera le drenó toda la energía. Personalmente, el final me pareció un sinsentido porque busca una gran lección en un producto de entretenimiento que no da para más. La respuesta a todo no puede ser una frase Mr. Wonderful.

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