Choco-Boys de Ralf König, el homenaje a Lucky Luke menos esperado y más divertido

Después de seis años, he vuelto a leer un cómic del gran Ralf König. Cuando lo descubrí, cogía en préstamo todo tebeo suyo que hubiera en la biblioteca: Huevos de toro, Bracitos de gitano, El hombre deseado, Como Conejos, El condón asesino, Con la mano izquierda, El diván de la psicólogaKonrad y PaulPrototipo, Arquetipo y AntitipoLisístrata, y el maravilloso Superparadise.

Seguro que me estoy dejando alguno. A veces me entra la sospecha de que Google me borra entradas; o peor, de que soy yo quien lo hago sin darme cuenta. Porque siento que llevo toda la vida reseñando lo que leo, lo que veo y lo que escucho, y que todo debería estar en este blog. Pero no ha sido así siempre, ni es así ahora: hay huecos que, sin duda, ocupan el espacio entre el "ya lo haré" y el "nunca lo hice".

Choco-Boys es el homenaje del autor alemán a Lucky Luke. Y es tronchante, en las antípodas de las últimas historietas que leí suyas, aburridas y misóginas, que me llevaron a abandonarlo. Y si bien en esta adaptación del vaquero más rápido que su sombra no vamos a tener el primer plano de un beso negro, sí que hay escenas explícitas de fornidos cowboys retozando a placer.

Con esto quiero decir que no se ha traicionado ni la esencia de Lucky Luke, ni la de Ralf König. Hay un amor abiertamente homosexual, y hay un héroe que va a defenderlo a punta de pistola... mientras vigila unas vacas. Porque la misión de nuestro protagonista es vigilar las preciadas vacas de un negociante suizo que ambiciona con producir y vender el delicioso chocolate de su país en el Lejano Oeste.

Es totalmente ahistórico, pero también es cierto que el resultado es impecable. Las referencias a las reses moradas de Milka, o los guiños a Bud Spencer y Terence Hill, son geniales. Hay que sumar a Calamity Jane y los Dalton, a su inseparable Jolly Jumper, y una pareja de indios graciosísimos llamados Buffalo Bitch y Sitting Butch.

El guion es divertido y agudo. La plumilla y los pinceles de Konig siguen tan en forma como siempre, con rostros expresivos e histriónicos, y un color espléndido. La traducción ha corrido a cargo de Albina Dzheur y no de Wladimir Padrós, porque al ser un álbum de Lucky Luke llega de la mano de Ediciones Kraken y no de La Cúpula, pero el resultado es igual de acertado.

No puedo decir nada malo de este álbum. Me ha hecho reír tanto como los primeros tebeos que leí del autor y me ha atrapado a nivel visual. La edición de Kraken es fantástica, impresa en un papel de, a mi entender, excelente calidad. A diferencia de otros álbumes, sus 64 páginas no saben a poco. Ralf König las aprovecha y exprime al máximo en este espléndido homenaje al más querido de los pistoleros.

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