Theodor Kallifatides escribió esta breve novela en 2017 a la edad de 79 años. No es su última obra, pero tiene cierto sabor agridulce de despedida. Porque Un altra vida, encara (Otra vida por vivir en castellano) es un libro que emociona. Es un alto en el camino para echar la vista atrás y hablar de la vejez, de los conocidos que ya se han ido y de la presencia cada vez más indeleble de la muerte.
Sin embargo, no es una parada autocomplaciente para reseguir el largo trecho ya recorrido, sino que busca entender dónde se encuentra ahora. Y lo hace reflexionando desde su perspectiva dual como inmigrante, nacido en Grecia en 1938, pero obligado a emigrar a Suecia a los 26 años en busca de trabajo. En un país tan distinto de aquel que lo vio crecer, consiguió edificar una nueva vida.
Este texto autobiográfico es su retorno literario y físico a la tierra que dejó atrás. Es un regreso literario porque, a diferencia de sus otros libros, este lo escribió en griego y no en sueco, lengua que adoptó con agrado. Y es físico porque relata el viaje que hizo hasta Molaoi, su pueblo natal en el Peloponeso, para asistir a una ceremonia de homenaje en su nombre.
Con ánimo sereno, Kallifatides deshoja su corazón y su pensamiento gracias a una prosa que fluye entre bruscos cambios de tema. El resultado es una lectura agradable que se sumerge en las múltiples cuestiones que preocupan al autor: desde la visión de Grecia después de la crisis y la derrota de la solidaridad frente al individualismo, al odio creciente hacia las minorías y el auge de la ultraderecha.
Con frases sencillas pero contundentes, esta narración surgida de un bloqueo creativo plasma con gran sinceridad las incertidumbres y miedos de su autor acerca de su escritura, el mundo y la vida. Si bien su pluma y su corazón volvieron a latir con fuerza con este libro, como ratificó después con la publicación de El asedio de Troya en 2018, el futuro hacia el que nos dirigimos no parece tan halagüeño.
¿Seremos capaces de volver a coger el timón y resurgir como Kallifatides, o seguiremos sin rumbo de cabeza al precipicio?
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