Menuda decepción. Volví a ver El corredor del laberinto (Maze Runner, 2014) en Disney+, y volví a disfrutarla pese al final. En la reseña que escribí en 2015 esperaba que las secuelas arreglaran las incoherencias de la primera, pero ni Las pruebas (The Scorch Trials, 2015) ni La cura mortal (The Death Cure, 2018) se han molestado en hacerlo. Por no hacer, no han seguido ni el planteamiento original.
Si en la primera se nos presentaba el escenario fascinante del laberinto, donde un grupo de adolescentes se organizaban por salir esquivando los temibles peligros que guarda, desde trampas mortales a bestias monstruosas, en las dos siguientes todo este mundo desaparece. Salimos al exterior y nos comemos enterita (otra vez más) una peli de zombis.
Sí, "infectados" o como quieras llamarlos, pero que se comportan como los zombis espídicos de 28 días después, aunque sin el talento de Danny Boyle. Nos intentan colar que la construcción ciclópea del laberinto, una edificación que debe haber costado una burrada y que, ojo, no es única, sino que hay varias, tiene como fin encontrar una cura para los zombis.
Se suelta un rollo acerca de al poner a los jóvenes en situaciones de estrés límite se genera una hormona que puede traer la cura, pero luego, en los laboratorios, demuestran que pueden hacerles vivir el mismo error induciéndoles una especie de trance lúcido. ¿Para qué entonces todo el malgasto? Y lo grave no son las millonadas tiradas, sino el tiempo. ¿Se está esparciendo un virus y levantas una fortaleza no para proteger a los supervivientes sino para que unos chavales arriesguen la vida para escapar de ella?
Porque esta es otra: si los jóvenes son tan especiales, si son la única salvación de la humanidad, ¿en qué cabeza cabe que los mates? ¿Y de dónde salen los monstruos del laberinto, que no tienen nada que ver con los zombis? Las gilipolleces se acumulan como una pila de estiércol entre el espectador y la película, quien cada vez ve menos cine y más m***a.
Lo que más me molesta ya no son las incoherencias, sino que las segunda y la tercera no tengan nada que ver con la idea que lo inició todo. Y, encima, no sólo se desvían por completo, sino que lo hacen para hundirse en el género de los muertos vivientes, manido a más no poder, y sin aportar nada. Mi desencanto con esta saga es completo. Menuda porquería.
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