Sobre la inmigración: El pequeño Baku de Masumura Juushichi

El planeta de Baku tiene su mismo nombre. Pese a que sus habitantes son los bakunianos, no tienen nada que ver con el anarquismo. Son parecidos a los tapires de la Tierra, aunque bípedos y con raciocinio. Además de alimentarse como nosotros, son capaces de comer sueños. 

La falta de control en su civilización llevó a que los bakunianos terminaran con ellos, y ahora se vean obligados a viajar a otros planetas en busca de sueños. No son unos extraterrestres temibles, como cabría esperar por su descripción. Son amables y considerados, y conocen bien la regulación del planeta azul: no pueden consumir sueños sin consentimiento de la persona que los tiene.

Este es el punto de partida de este manga a medio camino de la fantasía onírica y la alegoría, que describe con gran detalle y acierto los problemas de los inmigrantes al llegar a destino. A pesar de ser una narración simpática, no oculta la adversidad que experimenta el recién llegado. Obviarla sería absurdo, pero el cómic es capaz de presentarla de modo que no rompa el tono de la historia.

Por ejemplo, Baku llega al planeta en caída libre, literalmente. Mientras se dirige a toda velocidad hacia el suelo, una retahíla de burócratas lo acribillan a preguntas desde sus ventanillas. Me sorprendió cómo la obra es capaz de transmitir la confusión, angustia y miedo del interrogatorio implacable de inmigración desde una perspectiva tan surrealista como perfectamente inteligible.

Otro ejemplo, nada más aterrizar, sube al metro de Tokio. Los vagones empiezan, entonces, a llenarse de agua. Lo rescata Hana, que viene de Nagoya, pero la estrambótica situación es descrita como una costumbre de la capital de Japón y no como una tortura. Consigue transmitir la extrañeza ante lo nuevo, que puede resultar totalmente incomprensible.

Baku tiene el contacto de su tío, pero se dan ciertas circunstancias que impide que se puedan encontrar. Entonces, con la ayuda de Hana, que es humana, se va a vivir con ella y su tía. Gracias a ella puede iniciar los trámites para poder quedarse en la Tierra, y ya desde el principio se topa con la primera barrera.

Para obtener una cuenta bancaria necesita un número de teléfono y haber residido seis meses en el país. Para comprar el teléfono necesita tener cuenta para domiciliar las facturas. Para poder trabajar, necesita poder dar un número de contacto. Esto me tocó especialmente porque cuando fui a trabajar a Inglaterra me sucedió exactamente lo mismo: el banco me exigía una factura para demostrar que vivía allí, pero no  podía contratar nada si no tenía cuenta.

Si Baku no hubiese encontrado a Hana, residente nipona, esta historia conclusiva de dos tomos hubiera terminado en el capítulo tercero. Es muy interesante y muy inteligente como se remarca la importancia de los contactos, de cómo los inmigrantes se ayudan entre ellos a prosperar, de cómo se ven obligados a trabajar en negro en mil cosas.

Muestra la soledad y tristeza del protagonista, que se debate entre la añoranza y seguir adelante. Gracias al grupo de extraterrestres que conoce, se abordan multitud de situaciones: las barreras del idioma, los expatriados por la guerra, el punto de vista de quien ha llegado con un visado de estudios, el que tenía un buen puesto en su planeta natal pero aquí la titulación no le sirve,...

Lo he disfrutado mucho. Es una historia tierna y conmovedora, que se aborda la inmigración desde una perspectiva muy original. Se trata de una muy buena lectura que, sin duda, recomiendo.

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