Ranma½, divididos por su remake

Ranma½ es una de mis series favoritas. Este año he comprado y leído los diecinueve tomos de la colección. Recuerdo verla por las mañanas en Antena 3 y saberme de memoria la canción del opening. Una de las alegrías de tener Anime Box es poder ver la serie original. Y digo "original" porque este 2024 también ha salido el remake, que ha dividido al público.

Los detractores son personas de mi generación, rondando los cuarenta, mientras que sus defensores están más cerca de la veintena. Me chocó ver las discusiones en los comentarios de las distintas reviews que han salido en Youtube. Y digo que me chocó porque yo había asumido (vamos, tenía clarísimo) que a nadie le podía gustar esta nueva adaptación. Pero me equivocaba.

He visto que quienes comparten mi opinión resaltan los mismos puntos que yo, del mismo modo que quienes defienden lo contrario recurren a un argumentario también conjunto. En ellos veo que hay una apreciación del ritmo y la estética distinta a la nuestra. Prefieren un diseño más mono, más cute, con una trama que avance rápido, sin entretenerse en pormenores.

Si bien a nosotros nos pierde la nostalgia, afectando a nuestra decisión, también queda claro que la estética kawaii no nos cautiva tanto. Nuestros referentes son distintos, y no sólo porque Akira o El puño de la Estrella del Norte sean la antítesis del concepto. Series de nuestra infancia como Heidi, Marco o La aldea del Arce eran dulces y amables con unos códigos muy distintos.

También el modo de verlas ha cambiado radicalmente. Antes no había múltiples plataformas para ver lo que nos apeteciera cuando quisiéramos desde cualquier dispositivo. Solía haber una televisión en casa, dos como mucho, y estábamos limitados a la parrilla televisiva, a un episodio al día o por semana, que si te lo perdías no podías verlo hasta que la emitieran de nuevo, si acaso lo hacía.

Ahora el acceso es prácticamente ilimitado. Hay gente que llega a sentirse abrumada por la cantidad de productos audiovisuales que "debe" consumir para estar al día. Esa podría ser la razón por la que ahora se valore tanto la velocidad en la publicación de los episodios... y en su visualización. Porque lo explícito ha ganado terreno a lo implícito, y la explicación que me dieron me dejó con la boca abierta.

Por lo visto, Netflix diseña sus series para que los usuarios puedan seguirlas mientras cocinan, friegan o, incluso, realizan trabajo de oficina. El guion debe ser lo bastante claro para poder entenderlo sin prestar atención. Y esto creo que ha afectado al humor de la nueva adaptación de Ranma½, pues los mismos chistes se ejecutan sin sutileza alguna, carentes del toque irónico del anime de 1989.

Y es que el remake calca el original casi fotograma a fotograma, apenas reinterpretando la paleta de colores y añadiendo ciertas modificaciones que, curiosamente, en mi opinión, malogran el resultado. El timing de las bromas es pésimo, y los momentos exageradamente serios que servían de antesala a los punchline se han eliminado.

Quienes defienden la nueva adaptación arguyen que la animación en mucho más fluida, especialmente en los combates. El problema es que nunca pensé que la primera adaptación cojera en este aspecto. Considero que sigue luciendo fantástica, y que su arte, más detallado, supera con creces el actual. Pero esto, me queda claro, es muy subjetivo, pues a la nueva generación les encanta.

Entre pros y contras queda la duda de por qué se decidió volver a animar Ranma½, una serie cuyo tema se intenta asociar a la defensa de la transexualidad, pero cuyo enfoque burlón se desvía de ese objetivo. Los protagonistas son un chico que se convierte en mujer y una chica que practica artes marciales. A él lo tratan de rarito y travesti y a ella, de machorra. Está lejos de ser un ejemplo de nada.

Por si esto fuera poco, es una historia en la que constantemente muestra desnudos de adolescentes de instituto. Y la solución no ha sido repensar las escenas o los diálogos para evitar insultos homófobos o una sexualización innecesaria. Lo han mantenido todo igual, pero preparado para que pueda colgarse en redes sociales; es decir, borrando los pezones de las pechos. ¿Podría haber peor decisión?

Me cuesta demasiado entender el punto de vista de quienes la defienden. Si no se realiza ningún cambio sustancial y el lavado de cara es apenas una capa de pintura que la hace menos graciosa, siendo el humor clase en cualquier obra de Rumiko Takahashi, ¿qué sentido tiene una serie así ahora, más allá del ansia por recaudar?

Si algo le tengo que conceder a la nueva adaptación de Ranma½ es que me ha servido para advertir cuánto hemos cambiado, y cómo ahora irremediablemente estoy en la barca generacional de los mayores. Veo a los jóvenes bajo un halo de incomprensión que me incomoda. Queda claro que el tiempo no sólo no pasa en vano, sino que pasa de largo y por encima. ¡Ay!

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