Bonaire, 18, Lleida |
El servicio es excelente con camareros eficientes y simpáticos, que conocen bien la carta. El menú había cambiado desde la primera vez que fui, lo cual no es de extrañar después de 6 años, pero seguía siendo delicioso. La idea es elegir un tipo de pasta (spaghetti, tagliatelli, fetuccini, , linguini, fusilli lunghi, bucatini,pappardelle, tonnarelli y no sé cuántas más cosas acabas en "i") y una salsa (una chorretá, también). Sin ser matemático ni especialista en cálculo de probabilidades, diré que las combinaciones son infinitas.
Las cantidades de comida, encima, son descomunales por el poco precio que pagas y los camareros tienen la decencia de avisarte de ello. Queríamos pedir ensalada y la chica nos advirtió que habiendo pedido cada uno un plato de pasta no era aconsejable hacerlo porque seguramente no podríamos acabarlo todo. Si queríamos ensalada, recomendó que podíamos reducir los platos y compartir.
Como buenos capitalistas barceloneses, decidimos quedarnos cada uno con lo nuestro y no compartir, ahorrándonos la parte verde. Al final, mi pantagruélico plato de pasta a la tinta de calamar con salsa picante tuve que ofrecerlo, invitar, porque me estaba desbordando ya a la mitad. Ni los tragaldabas que me acompañaban pudieron ayudarme a dejarlo limpio, ahítos de sus cenas.
Postres, bebidas y plato único, quedando todos a reventar, por unos 10-12€ cada uno.
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