No soy aficionado al cine de terror y sus seguidores me causan extrañeza. Dicen que les pirra el género pero luego se pasan el rato tapándose los ojos y preguntando "¿Se ha acabado ya el susto?". ¡Entonces pa' qué vienes! Es como ir al fútbol y taparse los ojos cuando hay goles.
Mi problema es que me cuesta bastante creérmelas, meterme en la historia, lo que no quita que sea un cagón. Pero es ver a gente vomitando líquidos de colores o levitando mientras se enfrenta a bichos ridículos con uñas gigantes o cara de estreñidos, y me supera.
The Babadook trata de un libro infantil que en lugar de ayudar a dormir a los niños, los acojona vivos. La terrorífica historia acaba materializándose, haciendo ver a los padres que, tal vez, no era tan buena Recomendación FNAC como apuntaba la web.
Si se mira bien, lo cierto es que el monstruo no era necesario. Para traumatizar la infancia de cualquiera se basta la casa de la película, pintada en variados tonos de acero, zinc, ceniza, gris cadete, gris de Payne y negro. Desde luego, más digna del List it que del Love it.
Aunque, sin duda alguna, sí algo ha de producir pesadillas en The babadook va a ser de el niño revenío, llorón, hiperactivo, cansino y fusilable de la película. Deberían mostrárselo a quien dude en hacerse la vasectomía, que se cortará los huevos al instante.
Aquí os dejo una foto de la criaturita:
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