Tab, de Coca-Cola Company |
La última vez que estuve en Londres, como es habitual, me dediqué a probar las porquerías que los ingleses tienen a montones y en gran variedad. En la tienda de dulces y caramelos Hardy's (New Row, 25) encontré esta lata con el nombre de TaB. Cuál es mi sorpresa cuando leo que es un refresco de Coca-Cola. Y cuál es mi otra sorpresa cuando descubro... que es una cocacola.
Cuando volví, Wikipedia mediante, descubrí que TaB fue un refresco bajo en calorías que la archifamosa compañía sacó al mercado en 1963, antes de la Diet Coke (o Coca-Cola Light). Con la introducción en 1982 de esta otra, la popularidad de TaB empezó a declinar. Sin embargo, como la gente se aferra a sus tradiciones y hay mucho hipster, la compañía ha mantenido el producto. En 2008, se vendieron sólo en EE.UU. tres millones de envases.
El diseño de la lata, dicho sea de paso, resulta extraño. Siendo una bebida baja en calorías, no tiene las letras estilizadas típicas de los productos dietéticos sino una tipografía casi futurista, más aparentemente dirigida a jóvenes. La siguiente bebida, en cambio, va en la dirección contraria y hace gala de una estética muy tradicional.
Ben Shaws, de Cott Corporation |
Y es que Ben Shaws es una marca que se remonta a 1871, cuando un trabajador inglés de la industria textil se hartó, dejó el curro, se puso a vender bebidas embotelladas distribuyéndolas con sus caballos, logró prosperar gracias a su propio esfuerzo, su empresa alcanzó el éxito y luego fue absorbida por una enorme y deshumanizada multinacional en 2005. En definitiva, la historia romántica que todos soñamos vivir.
Probé la Ben Shaws Cream Soda en el Popeye, un fish&chips de Camden Town (Hawley Cres, 30). En sus orígenes, la cream soda llevaba ingredientes tales como la leche, las claras de huevo o el bitartrato de potasio, un subproducto de la vinificación. Ahora, en general, hace referencia a refrescos con sabor vainilla cuyos ingredientes asustan igual pero desconocemos porque no nos molestamos en leerlos.
La cream soda de Ben Shaws es transparente como el agua con gas, pero tiene un delicioso sabor a vainilla. Es un gusto muy marcado, aunque suave al paladar. Si no fuera por mi intestino de cristal y la gran cantidad de gas que tiene, me hubiera bebido allí mismo una garrafa de ocho litros. Tuve que contentarme con acabarme la lata. Ya se sabe: lo bueno si breve... sabe a poco.
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