La muerte de Luis XIV (La mort de Louis XIV, 2016) es una película francesa del director catalán Albert Serra. No es una película histórica, pues apenas hay referencias. Debido al bajo presupuesto, las casi dos horas transcurren en los aposentos reales. Es una película dura de ver. De no estar en el cine, de haberla visto en casa, la hubiera abandonado.
Y no es porque sea mala, ni mucho menos. Me impresionó, pero se hace difícil de ver por la lentitud con que avanza, por la tensión constante de las escenas. La intención del director es radiografiar la muerte, y en este caso no una muerte cualquiera sino la de Luis XIV, el Rey Sol, siete décadas de reinado que colocaron al reino galo en una posición predominante en Europa.
La película no repasa su biografía, sólo se centra en su lenta evanescencia. Nadie a su alrededor sabe qué hacer ni cómo reaccionar. ¿Cómo asumir la posibilidad de que la figura más importante de Francia desaparezca para siempre? En las actitudes de sus súbditos, se da a entender la imposibilidad de que algo semejante pueda llegar a suceder.
La película sirve también para entender cómo funcionaba la medicina antes, lo chungos que eran los bien llamados matasanos. Cuando se ven ante la tesitura de seccionar un miembro gangrenado, nadie concibe la posibilidad de cortárselo a Su Alteza. Ante la ausencia de soluciones, llegan al extremo de recurrir a un brujo: en caso de no funcionar sus remedios, se le podrá culpar sin problema.
La sensación que me ha quedado es muy buena, que vale muchísimo la pena verla. Es cine experimental pero no de aquél que no te alcanza, que te sobrevuela para señalarte un mamotreto insípido donde explica su complicada semiótica. Son dos horas de visionado nada complaciente pero cuyo impacto merece el esfuerzo. Muy contenta de haberla visto, y muy recomendada.
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