La peli es un dramón. Cuando piensas que no puede pasar nada peor, acaba sucediendo. Pero te ríes. Tiene la habilidad de afectarte emocionalmente, de transmitirte lo que viven los personajes, e incluir soberbias notas de humor negro que hacen mucho más digerible la historia.
Sin intención de destripar nada, Lee Chandler (Casey Affleck), un encargado de mantenimiento de Boston, vuelve a su ciudad natal, Manchester-by-the-Sea (el título justamente juega con el nombre de la localidad). Una vez allí, comenzará a revivir su insoslayable pasado.
Las actuaciones me han parecido buenas. La perenne mueca de ausencia y la mirada desorientada de Affleck son desoladoras y cómicas. El póster puede llevar a confusión, ya que no se trata de una historia romántica.
Más bien, nos encontramos ante una radiografía del protagonista al estilo de El guardián entre el centeno. Es otro intento de describir lo inefable, de intentar explicar sin palabras aquello que supera las capacidades del lenguaje y del paciente que lo padece.
Si fuera una bomba lacrimógena no la recomendaría. Pero sabe manejar la gravedad del relato, distribuyendo sabiamente la carga, saltando hacia atrás y hacia adelante en el tiempo a través de fragmentos que nos van alumbrando el camino.
Tiene un humor tremendo, negrísimo, casi británico, y buenos actores que saben contener el torrente que podría haberse desbordado en manos de otros. No sé qué tal está el doblaje. La vi en versión original y el inglés se entiende bien. Salí muy satisfecho del cine y, sin duda, volvería a verla.
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