Grow: The Art of Koyamori


El provecho que mi pareja le ha sacado a Twitter en apenas un año deja más que claro que durante una década he estado usando mal la red del pajarito. No sólo encuentra buenas ofertas, sino que descubre libros y autores verdaderamente interesantes. Este es el caso de Koyamori, una artista canadiense de ascendencia asiática con un talento exquisito para las acuarelas.

Sus delicadas ilustraciones pueden decantarse tanto por un tono cómico y adorable como por otro más introspectivo y melancólico. Como puede verse sobre estas líneas, la divertida sobrecubierta del libro ha sido invadida hasta su último resquicio por sonrientes y bonachones espíritus redondos como pastelitos mochi.

Si aguzamos la mirada, podremos ver, sin embargo, una figura humana en el centro, con una flor abierta sobre el corazón, perfecta metáfora del título: Grow. La artista muestra su crecimiento personal y profesional a través de casi doscientas láminas en las que los distintos motivos y colores se van sumando, plasmando una suerte de viaje sentimental íntimo y silencioso.

Incertidumbre, fragilidad, miedo, pero también fascinación y felicidad, atraviesan las hojas de este volumen donde la figura femenina vive en armonía con la flora y la fauna real y mitológica. Si bien su estilo bebe principalmente del cómic manga y el arte tradicional oriental, no pasa desapercibida la influencia de Occidente en su mirada y sus pinceles.

Al principio, un turbulento mar rodea a las protagonistas de las ilustraciones, cuyo azul arrastra pálidos pétalos rosados hasta hacerlos desaparecer. Un sol anaranjado hace presencia y, antes de desaparecer, desvirtúa el frío lapizlázuli de las aguas revueltas, que cobran tonos liláceos y amarillos. Es el disparo de salida para que la paleta se libre de la triste monocromía.

Gatos, serpientes, peces, escarabajos, mariposas, brotes que nacen, flores que se abren, vendrán al rescate del horror vacui. Una veces será la línea, otras la mancha, las que roben el cetro al blanco de la página. Hacia el final, un caleidoscopio de colores será el encargado de combatir la pesadumbre y alzarse con la victoria, aceptando más que derrotando sus demonios interiores.

Este recorrido visual tan terapéutico como cautivador consigue lo que pocos libros de ilustraciones han logrado: que lo termine como si de un relato se tratase. No es un recopilatorio de planchas sueltas. Hay unidad de obra, un hilo de Ariadna que te invita a recorrer un laberinto emocional, encandilado por su belleza, sus innumerables detalles, y sus posible significado. Una obra realmente hermosa.

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