Studio Ghibli 1992-1993: Porco Rosso y Puedo escuchar el mar

Porco Rosso (1992)

Si algo queda claro después de ver la mayoría de películas de Studio Ghibli es que ha sido la filmografía de Miyazaki la que ha copado el imaginario colectivo. La magia que desprenden sus historias es única. Su minuciosa y cuidada animación nos deja boquiabiertos, y sus aventuras llenas de fantasía nos alegran y nos invitan a soñar.

Esta felicidad, plasmada en coloridas estampas para el recuerdo, no carece de mensaje. Porco Rosso vuelve a cargar sin tapujos contra la guerra tal como ya hicieran Nausicaä o El castillo en el Cielo. Al estar situada en el periodo de entreguerras de 1930, no faltan las críticas y burlas hacia el pujante movimiento fascista, incluido un bobalicón con bigote hitleriano.

La película combina escenas de acción y humor con otras más introspectivas en las que el protagonista, ex combatiente de la Primera Guerra Mundial, evoca a sus compañeros caídos. La maldición que lo mantiene convertido en cerdo refleja su conflicto interior, a la vez que le confiere su rasgo más característico. El críptico final no hace más que acrecentar su figura, ya de por sí fascinante. 

Puedo escuchar el mar (Umi ga kikoeru, 1993) 

Si a TotoroNicky, la aprendiz de bruja les siguieron películas del maestro Isao Takahata, director más realista y costumbrista que Miyazaki, en 1993 llegó el turno de Tomomi Mochizuki. Pese a que en un principio el guion iba a ser asignado a uno de los dos grandes del estudio, al final se decidió dejarla en manos de un equipo más joven de artistas.

La historia es sencilla. Una nueva estudiante procedente de Tokio llamada Rikako llega al instituto de Taku y Yutaka en la ciudad costera de Kochi. Ella se encuentra desubicada y furiosa por haber tenido que dejar la capital a causa del divorcio de sus padres. Sin quererlo, Taku se verá involucrado en los problemas de Rikako, lo cual acabará trayéndole problemas con su mejor amigo.

La trama comparte similitudes con Recuerdos de ayer, pues en ambos casos un viaje en el presente es el desencadenante de los flashbacks de la juventud del protagonista. Aunque las dos tratan del paso a la madurez, Puedo escuchar el mar lo hace más centrada en el romance que en la evolución del personaje. Si bien es un excelente trabajo de animación, queda lejos de las grandes obras del estudio.

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