Ocho años después del agradable recuerdo que me dejó Tonbo, he vuelto a leer una novela de Aki Shimazaki. Autora nacida en Japón en 1951, se mudó a Canadá en 1981, asentándose definitivamente en Montreal en 1991. Desde entonces, imparte clases de japonés y escribe.
Pese a no ser su lengua materna, ha escrito su obra íntegramente en francés. Su ópera prima le costó tres años, pero desde entonces ha publicado con una regularidad anual o bianual. Sus novelas no superan las 150 páginas y están agrupadas en pentalogías. Cada ciclo gira entorno a una misma historia, y cada libro la aborda desde el punto de vista de un personaje distinto
Cada relato se puede leer independientemente de los demás. Tanto es así que, preparando esta reseña, he sabido que Tonbo pertenece a la pentalogía de El corazón de Yamato. Si bien los dos primeros ciclos ya fueron editados y agrupados en dos tomos por Lumen en España, Hôzuki es la única novela disponible del tercero, a la venta bajo el sello de Nórdica Libros.
En esta ocasión, la autora da voz a Mitsuko, una librera de Nagoya que vive con su madre y su hijo sordomudo. Una tarde como otra cualquiera, una mujer y su hija entran en la tienda. Este suceso aparentemente banal hará aflorar el pasado secreto de la protagonista. Narrado en primera persona como Tonbo, Shimazaki nos regala otra lectura intimista repleta de reflexiones agridulces.
Si bien la prosa de la escritora canadiense continúa haciendo gala de una belleza sin artificios, confieso que no la he disfrutado tanto como esperaba. Su historia no se siente tan redonda como Tonbo. Los acontecimientos se conectan de manera demasiado inverosímil. Frente a la sencillez y sensibilidad del relato, el trasfondo parece extraído de un culebrón televisivo.
Uno de los obstáculos que me ha estropeado la lectura han sido los numerosos términos en japonés. El traductor Íñigo Jáuregui los ha mantenido igual que están en el original francés, al igual que hizo Julia Alquézar con la traducción de Tonbo. La diferencia es que esta última la tengo en formato físico, donde puedo consultar fácilmente el glosario al final del tomo.
En el ebook de Hôzuki, en cambio, la navegación no está bien resuelta. No hay enlace alguno, y hay que abrir al índice, hacer scroll, seleccionar el glosario, buscar la entrada, y desandar el camino para volver a la página en la que estabas. Con hipervínculos, o con las notas a pie, no se hubiera entorpecido innecesariamente la lectura, e incluso se hubiera mejorado.
Otro punto que me ha molestado ha sido el título. Shimazaki siempre titula sus novelas con una única palabra en japonés. Esta suele hacer referencia a una planta, una fruta o un animal, y alberga dentro de sí el significado de todo el relato. Por alguna razón, Nórdica decidió añadir un descriptivo y prosaico "la librería de Mitsuko" que rompe con el patrón y lo torna menos evocador.
Sorprende también que, dado el mimo que suele darle a sus versiones ilustradas, hayan elegido una ilustración de stock para la cubierta. ¿Qué tiene que ver una xilografía del templo Zojoji en Shiba con una trama ubicada de Nagano? Lo remarco porque con El capote de Nikolái Gógol me dejaron muy buena impresión, y aquí ha resultado todo lo contrario.
Aun lastrada por las malas decisiones editoriales y un enredado argumento, la multipremiada autora vuelve a hacer estremecer a sus lectores desde la delicada sobriedad de su escritura. El silencio estoico de la protagonista es fiel reflejo de su estilo. Lo que se guarda sigue siendo más poderoso que lo que se muestra.
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