En 2009, Agassi causó gran revuelo con sus memorias. En ellas confesaba haber tomado drogas mientras era profesional. La noticia me dejó en shock, en gran medida porque la entendí mal. Creía que mi ídolo de infancia había hecho uso de sustancias prohibidas para mejorar su rendimiento y, así, volver a las pistas y arrebatar victorias a sus rivales.
Por esa misma razón, me negué a pagar por su biografía. Lo que nunca llegué a entender es que la ATP no lo desproveyera de sus títulos, igual que en día sucedió con el ciclista Lance Armstrong en 2012. Ahora que he sumado su libro a la lista de lecturas tenísticas de este año gracias a los tres meses gratuitos de Kindle Unlimited, entiendo porque sigue conservando sus trofeos.
Si lo que dice en sus páginas es cierto, en un episodio de depresión tomó speed en dos ocasiones cuando no estaba compitiendo. Después de la segunda vez, la muestra de orina tomada en un torneo (que no menciona) dio positivo en metanfetamina. Agassi se salvó de la penalización de tres meses mintiendo a la oficina antidopaje, alegando inintencionalidad y acusando a otro de poner la sustancia en su bebida.
Sin duda, fue rastrero y cobarde, y desde luego se aprovechó de los privilegios que le confería ser quien es, pero en ningún caso perjudicó a otro jugador porque no usó los estimulantes para mejorar su rendimiento (siempre y cuando sea cierta la versión que nos cuenta). Para mí, sin duda, ha sido un respiro saber que no utilizó estupefacientes para volver a la cima.
Y es que la carrera de Agassi tuvo muchísimos altibajos. Open: Memorias es un libro pródigo en detalles. Comparado con las biografías de Monica Seles y Rafa Nadal, esta escrita por J.R. Moehringer (A plena luz, El bar de las grandes esperanzas) es la mejor de largo. La manera en que construye e hilvana el relato es digna de una novela.
El equilibrio entre datos personales y literatura deportiva es ideal. Vibras con los enfrentamientos contra Becker o Sampras, disfrutas de la pompa de Wimbledon y del vocerío del US Open, de la Copa Davis y de los Juegos Olímpicos, a la vez que la narración va desgranando la personalidad del controvertido ex número 1 del mundo.
Y, la verdad, cuando lo terminas no queda claro si hubiera sido mejor no empezarlo. Porque Agassi es realmente irritante. Él achaca su personalidad a la conflictiva relación con su padre, un tipo que, si bien no se afirma en ningún momento, tiene toda la pinta de tener lazos con toda la mafia de Las Vegas. Pero, claro, a medida que pasan los años, es más difícil seguir recurriendo a Freud.
Agassi es un niñato que se pasa el día quejándose y lloriqueando por todo, que le come la oreja a los amigos durante horas. Todos los que forman parte de su camarilla es porque han tenido la paciencia suficiente para escuchar su turra durante una noche entera. Es un cansino y es un cani al que mejor no le hables de leer. Su relación con Brooke Shields saca a relucir su alergia al papel.
Es algo que me ha sorprendido mucho: no se corta a la hora de hablar mal de la gente, de personas que todavía no están bajo tierra. Suelta unas perlas tan denigrantes como injustificadas. La alegría es que el asqueroso protagonista del libro mejora, o como mínimo se hace más soportable. Tras la fachada de rectitud de Steffi Graf algo debe chirriar para haber aceptado casarse con alguien así.
Open repasa al completo la vida de Agassi, del derecho y del revés, en lo bueno y en lo malo. Está muy bien escrito, engancha, consigue emocionarte, transmitir la pasión de la competición durante los partidos y los entrenamientos. A diferencia de Los niveles del juego de John McPhee, la traducción de Juanjo Estrella González para Duomo Ediciones es excelente. Es una lectura recomendable y amena.
No hay comentarios
Publicar un comentario