Siempre se repite la misma sensación de incompletitud al acabar una obra de Tuguénev. Con El rey Lear de la estepa escribí: "Al cerrar el libro, sin embargo, da la sensación de ser el esqueleto de algo mayor abandonado antes de tiempo". Con Punin y Baburin me sucedió igual: "Deja, desgraciadamente, la sensación de que las ideas del libro podrían haber sido desarrolladas más en profundidad".
Seguramente el problema sea mío, que caigo en las redes de una trama que para Turguenev es una simple excusa para exponer sus ideas acerca de la sociedad en la que vive. En la nota preliminar de la edición de Alba, Joaquín Fernández-Valdés explica que los "nidos de nobles" a los que se refiere el título eran núcleos aristocráticos compuestos por una hacienda rural y la aldea formada a su alrededor.
Estas propiedades, transmitidas de generación en generación, estaban desapareciendo en época del escritor. Entre las principales causas estaban tanto su mala administración por parte de los herederos, como el fin de la servidumbre en el campo ruso en 1861. Si bien, por cronología, Nido de nobles (1859) se centra en la mala gestión, Punin y Baburin (1874) hace del segundo tema su eje central.
Esa es la teoría. En la práctica, la historia de amor dragó toda mi atención. Finiquitado el libro, queda claro que a Turguénev le interesaba bien poco las relaciones íntimas y mucho la situación del campo ruso. Tras ser testigo de niño del maltrato que propiciaba su madre, una gran terrateniente, a sus más de cinco mil campesinos, su preocupación era sincera y comprometida.
Así explicado, todo cobra sentido. Pero sumergido en el texto, tras la pormenorizada genealogía sentimental de Lavretski, su detallado encuentro con Liza, la presentación de un tercero en discordia, y hasta de un cuarto enamorado platónicamente, ¿quién cae en la cuenta de que la columna vertebral de este armazón es la gestión del patrimonio del protagonista?
A diferencia del realismo europeo, el realismo ruso se clava en el pecho. Chéjov, Dostoyevski, Gógol, Goncharov,... Puedes sentir cómo sus descripciones llenas de emoción incendian tu rostro. Es por esto que duelen tanto las falsas expectativas. Turguénev me atrapa en el relato. Durante el trayecto interiorizo los miedos y pasiones de sus personajes. Pero, luego, sin aviso ni piedad, me traiciona con un amargo punto y final.
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