Aunque Kimetsu no Yaiba quiere decir, literalmente, "espada matademonios", España optó por titular la serie como Guardianes de la noche, una nueva licencia poética en el listado de traducciones patrias. Latinoamérica al completo mantuvo la traducción inglesa de Demon Slayer. Francia e Italia, para mi sorpresa, hicieron lo mismo. Desconozco por qué aquí se tomó la decisión de cambiarlo.
El cómic fue publicado en la revista Shōnen Jump de 2016 a 2020. La adaptación del anime comenzó en 2019 y, a diferencia del manga, no ha terminado. Vi la primera temporada de la serie, al igual que la película de Tren Infinito, en Prime Video. Desgraciadamente, en nuestro país la película ha sido retirada de la plataforma de Amazon y ha pasado al catálogo de la plataforma Crunchyroll.
La historia es de corte fantástico, y está ambientada en el Japón del periodo Taisho (1912-1926). Tanjiro es el hijo mayor de una familia humilde que vive en la montaña. Un día, tras volver de vender carbón en el pueblo, descubre que su casa ha sido atacada y su hermana Nezuko convertida en demonio. Juntos emprenderán un viaje para encontrar una cura contra la maldición.
Leí el primer tomo del manga en casa de un amigo. El dibujo me pareció detallado y con personalidad, mientras que la narración captó mi atención desde el principio. No continué con la lectura de los tomos porque empecé a ver el anime con mi pareja. Esta adaptación televisiva fue encargada a Ufotable, un estudio de Nakano con una larga trayectoria.
Antes del bombazo mundial de Kimetsu no Yaiba, que les ha reportado elogios unánimes, Ufotable había realizado series y OVAs basados tanto en "novelas ligeras" japonesas (Fate/Zero), como en videojuegos (Tales of Zestiria the X, Katsugeki: Touken Ranbu). Tras ver su trabajo en Prime Video, puedo decir que me ha asombrado la calidad ofrecida, aún más contando la situación actual de la industria.
Porque, si bien con las películas llegan verdaderas obras de arte de la mano de directores como Hiromasa Yonebayashi, Mamoru Hosoda o Makoto Shinkai, en las series la externalización ha hecho que descienda mucho el nivel. No hay más que recordar los sangrantes fotogramas de los primeros episodios de Dragon Ball Super, que parecían sacados de un trabajo de bachillerato.
Decididamente, la buena factura visual es lo que nos retuvo a mi pareja y a mí en el sofá. Las animaciones de las batallas son una delicia. De lo contrario, probablemente la hubiéramos aparcado. El protagonista acaba por no resultar demasiado interesante. Se suma que uno de sus compañeros de viaje es cargante a más no poder. Si fuera de carne y hueso, lo estrangulaba.
Más que ninguna de las figuras masculinas, Nezuko es la que más capta mi atención, pero apenas le dan escenas. Hasta donde hemos visto, su dualidad humano-demonio no es explotada lo suficiente, y es tratada siempre como un ser indefenso a cargo de su hermano. La película tampoco ayudó. Pese a su espectacularidad, confieso que las dos horas de Tren Infinito se me hicieron cuesta arriba.
Es un largometraje extraño, pues en realidad son los primeros episodios de la segunda temporada reunidos. Parte del final de la primera hasta la conclusión de un arco. Como no es un guion cerrado, el desenlace deja muchos hilos abiertos. De hecho, en Crunchyroll está dividida en siete episodios etiquetados como temporada 2, a la espera de su futura continuación.
Kimetsu no Yaiba me provoca sentimientos encontrados. Por un lado, la primera impresión que tuve con el manga y con la serie me encantó. Las batallas te dejan con la boca abierta. No obstante, el ritmo es irregular, y sus personajes tampoco brillan demasiado, con un protagonista gris a la cabeza. A día de hoy no tengo claro si seguiré viéndola, la leeré en papel, o la abandonaré definitivamente.
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