Maixabel (2021)
¿Se puede hacer un bodrio con actores de la talla de Luis Tosar y Blanca Portillo y un tema tan complejo como la reconciliación entre víctimas y terroristas? Queda demostrado que sí. Cinematográficamente, la película aburre, es anodina en sus planos y en su narración. Tampoco ninguno de las dos estrellas brilla, y el paupérrimo maquillaje no les ayuda precisamente. Esperaba la versión española de Hunger de Steve McQueen, pero este plato de Icíar Bollaín me ha dejado famélico.
Alcarràs y As bestas (2022)
En todas las quinielas de mejor película española de 2022 estaban Alcarràs y As Bestas, y ambas me han decepcionado. Alcarràs la fui a ver cuando se estrenó en cine, y luché por no dormirme con su observación casi documental del campo catalán. As Bestas se va al otro extremo, intentando retratar el mal en el monte gallego con tanta intensidad que se desinfla cuando la violencia se desata y queda todavía una larga y vacía hora de metraje.
Cinco lobitos (2022)
Después de los disgusto que me llevé con las anteriores, Cinco lobitos de Alauda Ruiz de Azúa me resarció de todo sopor. Esta película acerca de la maternidad y la relación entre madres e hijas, que critica fuertemente el papel de comparsa que adoptan los hombres, es un tour de force interpretativo. Susi Sánchez y, sobre todo, Laia Costa están excelsas. Ellas dos consiguieron emocionarme más que el conflicto vasco de Maixabel o todas las penurias del campo de Alcarràs y As Bestas.
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