Ruben Östlund rebajado con agua, o El triángulo de la tristeza


El triángulo de la tristeza
(Triangle of Sadness, 2022)

La última película del director sueco Ruben Östlund ha ganado la Palma de Oro en Cannes, igual que lo hiciera en 2017 con The Square. En comparación, las dos películas no parecen jugar en la misma liga. En The Square los momentos incómodos con la cámara fija desnudan a sus personajes con crueldad y sorna. El objetivo es implacable como en Fuerza mayor, y remueve la conciencia como en Play o Involuntary.

Aquí todo es demasiado evidente, demasiado explícito. Odiamos a los ricos y vamos a disfrutar torturándolos. Pocos momentos hay en que uno se detenga a inspeccionar sus propias entrañas. En las anteriores siempre había un fotograma en el que el público dirigía la mirada hacia a sí mismo: ¿cómo actuaría yo? ¿Soy mejor que el monigote que se mueve en pantalla?

Acaso no lleguemos a cuestionarnos nada porque somos testigos de una realidad que nos resulta ajena. Apenas hemos vislumbrado el mundo de la jet-set en los artículos pagados del Hola. ¿Cuánta verdad y cuánta parodia contiene esta historia, que no ahonda en sus personajes ni contiene interpretaciones o escenas memorables? No nos puede afectar algo que ya vimos en Padre de Familia

Su final abierto no hace más que acrecentar la sensación de que el guion ha sido escrito con más resentimiento que propósito. Esta es su primera película en inglés, y me ha dejado peor sabor que la primera película en inglés de Yorgos Lanthimos. Al igual que Langosta, El triángulo de la tristeza diluye la esencia de su director. Es Ruben Östlund rebajado con agua.

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